Tras estos acontecimientos, Fernández de Lugo, hizo levantar al día siguiente 5 de Mayo el campamento de Gracia. Retrocediendo de nuevo al Real de Santa Cruz, donde mando reforzar el atrincheramiento y hacer un torreón. También mando talar los árboles que rodeaban el Real de Santa Cruz, a una distancia de tiro de arma de fuego. Siendo en aquellos tiempos, la vegetación extremadamente frondosa poblada de tupido monte alto de pinos , escobones, hayas, follados, brezos, palmeras, dragos, almácigos, sabinas y otras especies, así como temiendo en cuenta la situación geográfica del Real de Santa Cruz y lo buen estratega que era Fernández de Lugo, este se declino ya que tenia el apoyo del mencey Añaterve, y por el punto Sur no peligraba su emplazamiento militar. Que desde el punto de vista estratégico, la meseta de La Laguna era de vital importancia, para el avance en la conquista de la isla. Manteniendo el Real de Santa Cruz como base de operaciones y posibilitaba una retirada estratégica en caso de una derrota, ya que contaba con la flota fondeada en la bahía. Para entender lo peligroso de su proyecto debemos de saber que solo podían avanzar hacia La Laguna por una trocha abierta a través del bosque, según la tradición de 28 varas de ancho para el paso de los ganados trashumantes, que arrancaba junto a la parte sur del hoy cuartel de San Carlos, por el antiguo camino de las Pescadoras a unirse al Camino Viejo de la Cuesta, a la ermita de Gracia y a La Laguna. Donde continuaba por el camino de Acentejo o del Real de San Cristóbal, que salía por San Benito hacia los altos de Tacoronte pasando por el Ortigal, el Peñón, Aguagarcía y Apartacaminos, para descender más adelante hacia la Matanza por el Reventón y las Guardas, bajando después siempre por la orilla derecha del barranco de Acentejo o de San Antonio en dirección al mar, atravesando la actual carretera y continuando por el Callejón de Acentejo o Toscas de los Muertos hasta llegar a la ermita de Guía o Rambla Honda como denominaron aquel sitio los conquistadores; donde torciendo hacia Taoro cruzaban el barranco de Acentejo, por allí de escasísima altura, para dirigirse por el hoy camino de Santo Domingo al través del caserío de Bubaque a desembocar en los llanos de Acentejo, y de aquí por Santa Úrsula a la Cuesta de la Florida, al Valle de La Orotava y a Taoro o Realejos. A todo esto lo tenemos que agregar que el hecho significativo de que el ejército español jamás abandonó esta trocha, ni pasó del trozo comprendido entre Añaza y Acentejo; solo pasando de estos limites cuando ya tenían concertada la paz con la nobleza.
No se aparto el general Fernández de Lugo, ni por un momento de este camino, esto no desvirtúa el plan de campaña trazado por el general. Durante tres años el ejercito español recorría en orden de batalla una parte de la trocha y libraba combate si los guanches le salían al paso. De lo contrario replegábanse con las mismas precauciones al Real de Santa Cruz. Nunca fue al general Lugo, en busca de los guanches para desalojarlos de sus posiciones, ni se aparto de la trocha adentrándose en los bosques intrincados y desfiladeros, donde no podían maniobrar su caballería ni desplegarse en batalla, contra hombres disciplinados conocedores del terreno, de un empuje personal y una acometividad legendaria en el Archipiélago.
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