jueves, 20 de diciembre de 2007

Sahara Occidental: la última colonia en África


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Opinión

12 de diciembre de 2007 - 01:52

Sahara Occidental: la última colonia en África

Por: archipielagonoticias.com

Conferencia de Frank Ruddy. Ex embajador de EE.UU. Former Deputy Chairman. Responsable de la Misión de la Fuerza de Paz de la ONU (MINURSO) para el Sahara Occidental. Organizada por el World Affairs Council en Anchorage, Alaska. Publicado por Newropeans Magazine

Miembros del World Affairs Council, distinguidos invitados, damas y caballeros:

Me complace haber sido invitado para hablarles sobre el Sahara Occidental. Para prepararme esta visita, he visto antes la película Into The Wild. Esperaba que mi alojamiento fuera un autobús de colegio usado. Pero me he visto gratamente sorprendido cuando me han enseñado una estupenda habitación de hotel. No obstante, voy a tener cuidado con las hierbas que le echo a la ensalada.

Su Consejo, como su propio nombre indica, tiene una sana curiosidad por lo que está sucediendo en todo el mundo. Mis predecesores en esta tribuna han sido los presidentes de Mongolia e Islandia. Me alegro mucho de que la atención de ustedes se centre ahora en África del Norte, Marruecos, y en qué ha hecho y está haciendo la ONU para resolver la invasión y retención por parte de Marruecos de lo que es la última colonia en el mundo: el Sahara Occidental. Voy a hablarles brevemente sobre la historia del conflicto del Sahara Occidental, mi papel en el primer y fallido referéndum y las perspectivas de entonces y de ahora, en 2007, para resolver este conflicto. Mi intención es reservar mucho tiempo para sus preguntas, ya que las preguntas del público son siempre la parte más interesante de cualquier presentación.

EL LUGAR:

El Sahara Occidental es un país que ocupa una superficie del mismo tamaño que Colorado, aproximadamente. Se encuentra situado justo debajo de Marruecos, donde su propio nombre indica, en el extremo occidental del Sahara. Voy a comenzar la historia por la mitad, como dicen que deben empezar las buenas historias, con la sesión del Congreso celebrada en 1995 sobre cómo se gasta la ONU el dinero que nosotros los americanos le asignamos. Se decidió que la ONU organizaría el referéndum para la autodeterminación del Sahara Occidental. Voy a trasladarme, por último, hasta el presente año, a lo que se está haciendo ahora para resolver esta cuestión.

En enero de 1995 fui testigo en la sesión del Congreso sobre cómo la ONU gastaba el dinero de los contribuyentes americanos. Les voy a hablar de Chuck Lichenstein, antiguo embajador de los Estados Unidos ante la ONU y viceembajador de la embajadora Jeane Kirkpatrick. Pese a su proximidad a la institución, o quizás precisamente por ello, no era un gran entusiasta de la ONU. Puede que aún recuerden sus famosas observaciones de 1983. Chuck dijo: “Si los miembros de Naciones Unidas han llegado a la sensata conclusión de que no son bienvenidos y no son tratados con la amistosa consideración que merecen, Estados Unidos anima encarecidamente a los Estados miembros a que se planteen seriamente abandonar, y que esta Organización abandone, la tierra de los Estados Unidos. No pondremos obstáculo alguno en su camino, y les diremos adiós con la mano desde el puerto mientras se alejan en el ocaso”.

Fue precisamente Chuck quien, escandalizado por los actos de la ONU en el Sahara Occidental, vergonzosos incluso para los principios de la ONU, me cedió su puesto para que pudiera dirigirme al Comité del Congreso aquel día.

UNOS CUANTOS ANTECEDENTES:

El Sahara Occidental fue una colonia española llamada el Sahara Español. Bajo la presión de la ONU para efectuar una descolonización, España accedió a retirarse del Sahara Español, no sin antes organizar un referéndum que permitiera a sus habitantes votar sobre su propio y descolonizado futuro. Sin embargo, antes incluso de que España se hubiera retirado del Sahara Español, Marruecos ya había reclamado su soberanía ante el Tribunal Internacional de la Haya. El Tribunal Internacional rechazó la pretensión de Marruecos y, en su opinión [dictamen], hizo dos observaciones muy importantes: la primera, que Marruecos no tenía derecho a reclamar la soberanía sobre el Sahara Español, ahora Sahara Occidental; la segunda, que se debía celebrar el referéndum organizado por España. El día después de que fuera hecho público dicho dictamen, Marruecos invadió el Sahara Occidental en la que fue llamada “la Marcha Verde”. Marruecos ocupa desde entonces el Sahara Occidental, que se ha convertido en el más prolongado conflicto de la historia de las Naciones Unidas.

Para situarnos en un contexto más familiar: el congresista por Illinois, José Serrano, propuso recientemente una legislación que permitiera a los puertorriqueños decidir, mediante un referéndum, si desean seguir formando parte de los Estados Unidos o convertirse en un Estado independiente. Me tomo la libertad de hacer una burda simplificación de la propuesta de Serrano para poner un ejemplo. Imagínense que la propuesta de Serrano se promulgara en forma de ley y que el Tribunal Supremo dijera que se tiene que celebrar dicho referéndum, pero que el Gobierno estadounidense pasara por alto esa decisión y enviara tropas para tomar la isla como territorio propiedad de los Estados Unidos, y pospusiera indefinidamente el referéndum. Admito que es un panorama muy apocalíptico, pero nos da una idea bastante aproximada de lo que viene sucediendo con Marruecos y el Sahara Occidental.

Los indígenas del Sahara Occidental, unos nómadas conocidos como saharauis, emplearon la fuerza para resistirse a los colonizadores marroquíes mediante su brazo armado, el Frente POLISARIO, al igual que antes habían opuesto resistencia a los colonizadores españoles. Finalmente, Marruecos, no sin antes quedar malparado, sofocó al POLISARIO, pese a su escasez de armas y de soldados. Los saharauis no se rindieron, sino que crearon un Gobierno en el exilio en Argelia.

En 1991, el Plan de Paz de la ONU para el Sahara Occidental consiguió un alto el fuego y un referéndum para la autodeterminación supervisado por la ONU, que permitiera al pueblo saharaui decidir si quería integrarse en Marruecos o convertirse en un Estado independiente. Si alguna vez hubo un trabajo hecho a la medida para la ONU, era éste. Se estableció que el referéndum se celebraría en 1992, pero [luego] se pospuso hasta 1994. En ese momento es cuando yo intervine.

EL REFERÉNDUM:

La ONU me contrató para llevar a cabo un referéndum en el Sahara Occidental. Esa era la principal actividad de la misión de paz de la ONU llamada MINURSO. Todas las misiones de la ONU tienen nombres que suenan a jarabes para la tos, pero creí que la ONU hablaba en serio. Quizá algunos de sus miembros sí hablaban en serio en ese momento, pero el referéndum fue, y sigue siendo, uno de esos fracasos colosales y tremendamente costosos que han hecho de la ONU el hazmerreír del mundo entero.

La tarea de la ONU parecía bastante sencilla: celebrar un referéndum en el que se dilucidara una cuestión: independencia o integración con Marruecos. O eso es lo que parecía. En realidad no fue tan simple. La ONU cedió a Marruecos el control del referéndum. Lo cierto es que no se puede decir de otra forma. Marruecos dictaminó cuándo y dónde debería hacerse el registro de los votos, controló la entrada a las instalaciones de registro de votos de la ONU, e incluso decidió qué saharauis se tenían que registrar.

Los observadores marroquíes de las sesiones de registro de votantes habían observado a bote pronto que la gente del Sahara Occidental quería la independencia, no la integración con Marruecos. El modo en que Marruecos se enfrentó a esa realidad incómoda fue posponer el referéndum indefinidamente, hasta que no pareciera viable, para poder permanecer exactamente en el mismo lugar donde estaba, controlando el Sahara Occidental. Justamente lo que hizo.

Cuando estaba acabando mi año en el Sahara Occidental, me dieron órdenes de que presentara mis informes conjuntamente al representante del Secretario General de la ONU y al representante de Marruecos. Ya ni siquiera se pretendía que hubiera una misión independiente de la ONU en el Sahara Occidental.

Lo que expuse ante el Congreso sobre la escandalosa actuación de la ONU en el Sahara Occidental no era una visión personal. El abuso por parte de Marruecos de la gente del Sahara Occidental, y la impotencia de la misión de la ONU para detener ese abuso, eran públicos y notorios. La misión de la ONU era el hazmerreír de la diplomacia en Rabat. Los cascos azules asignados a esta misión, así como los funcionarios de la ONU, sabían que la misión había desistido de la celebración de un referéndum libre y justo. Por ese motivo, el periodista Chris Hedges, de The New York Times, no tuvo ningún problema en conseguir la información que necesitaba para exponer en letra impresa la vergüenza que constituía el referéndum.

El lenguaje petulante de la ONU y sus apáticos resultados invitaban al escepticismo, pero cuando en 1997 se anunció que Baker, antiguo Secretario de Estado, iba a encargarse de volver a poner en órbita este referéndum, muchos nos quedamos impresionados. Más que impresionados, diría yo. Por primera vez en mucho tiempo, yo tenía esperanzas. Fui a la conferencia que dio en el Capitol Hill [Congreso de EE.UU.], y leí con mucho interés los informes sobre sus reuniones en Marruecos, Argelia, Lisboa y Londres. Él iba a salir del “impasse” o, como él decía, al menos se enteraría de quién estaba ralentizando el [proceso del] referéndum. Él era la gran esperanza de un acuerdo pacífico.

Desgraciadamente, el Secretario [de Estado] Baker fracasó. No sólo no consiguió encarrilar el referéndum, sino que tampoco consiguió averiguar quién lo estaba obstaculizando, aunque no cabía duda de quién era. Propuso un periodo de cinco años del llamado gobierno autónomo de los habitantes del Sahara Occidental, con el beneplácito de los marroquíes, por supuesto, que iría seguido de un referéndum. Parecía una propuesta absurda. Si después de tantos años y de gastarse tantos millones de dólares en ello, la ONU era incapaz de celebrar un simple referéndum, ¿qué tipo de razonamiento quijotesco podría justificar confiar en la celebración de otro referéndum transcurridos cinco años, durante los cuales los marroquíes seguirían mandando miles de marroquíes al Sahara Occidental como colonos? La propuesta de Baker favorecía a Marruecos tan claramente que nadie esperaba que los saharauis la aceptaran. Pero sorprendentemente lo hicieron, en un gesto de conciliación. Los marroquíes, en cambio, consideraron que la propuesta era un pacto leonino y la rechazaron. Mira por dónde.

Horacio, el poeta romano, escribió “Las montañas están de parto, y surge de sus entrañas un ratón”. Esperábamos un gran Kilimanjaro diplomático de la intervención del Secretario Baker pero, por desgracia, nos ofreció un ratón diplomático.

Es conveniente que hablemos de estas cosas ahora porque el mundo acaba de conmemorar, porque no se puede decir celebrar, el 32 aniversario de la invasión del Sahara Occidental por parte de Marruecos. No podemos decir celebrar, a no ser que estuviéramos dispuestos a celebrar también la brutal invasión de Timor Oriental por Indonesia, que es lo más parecido a la invasión marroquí.

Otro punto que conviene señalar es el enorme gasto de dinero en el referéndum: se calcula que unos 100.000 dólares al día en fecha tan lejana como 1995. Por entonces eso se consideraba una cantidad escandalosa. Hoy en día se podría considerar calderilla, tras el informe Volcker sobre el escándalo de la ONU del Programa Petróleo por Alimentos. Sin embargo, hay varias similitudes entre ambos casos.

El Secretario General de la ONU, Kofi Annan, cuyo hijo prosperó gracias al escándalo del Programa Petróleo por Alimentos [the Oil for Food Scandal], era el jefe de las fuerzas de paz de la ONU, y por lo tanto de la MINURSO, cuando comenzó el [proceso preparatorio del] referéndum. En la MINURSO mostró la misma negligencia en el cumplimiento de sus deberes de gestión que la que sería documentada más tarde en el Informe Volcker.

Lo que yo había observado en la MINURSO y testificado ante nuestro Congreso fue posteriormente verificado por Human Rights Watch, Amnistía Internacional y diversos periódicos y revistas, como The New York Times, The Economist, y así sucesivamente.

LA MALA FE DE LA ONU:

Hay algo peor que el inaudito gasto de esta misión a lo largo de los años: el doble rasero de la ONU en su gestión: la ONU vendió a unos “don nadie”, los saharauis —por cuyo derecho a la autodeterminación debía celebrarse el referéndum—, para ganarse el favor de un “alguien”, el rey Hasán II de Marruecos, que había invadido el Sahara Occidental y perdido su reclamación sobre este territorio ante el Tribunal Internacional [de Justicia de La Haya], pero que había conseguido convencer a su viejo compinche norteafricano Boutros Boutros-Ghali para que la ONU corriera un tupido velo sobre la manifiesta agresión y ocupación del Sahara Occidental por parte de Marruecos. Y éste es un punto importante. Según los propios marroquíes o los multimillonarios grupos de presión [lobbies] que tienen en Washington, el Tribunal Internacional [de Justicia] dictaminó a favor de Marruecos allá por 1975. Como ya he indicado anteriormente, el Tribunal no hizo tal cosa, y les invito a todos ustedes a que busquen en Internet la decisión del Tribunal [TIJ] y la lean ustedes mismos.

QUÉ SALIÓ MAL EN EL [PROCESO PREPARATORIO DEL] REFERÉNDUM:

Esos mismos grupos de presión [lobbies] bien remunerados que acabo de mencionar subrayan el gran aliado que tiene Estados Unidos en Marruecos. Bueno, eso es cierto. Marruecos no es la encarnación del mal. La cuestión que nos ocupa es, sin embargo, que por mucho que Marruecos nos esté ayudando a llevar a cabo misiones diplomáticas en otros lugares, sobre todo en Oriente Medio, ese mismo aliado, Marruecos, ha tenido un comportamiento mafioso en el Sahara Occidental. Por ejemplo:

Portavoces árabes que trabajaban para la ONU me informaron de que los saharauis que se registraban como votantes se quejaban (en hassanía, el dialecto árabe local) de que algunos amigos y familiares suyos se habían registrado para votar en los centros que regentaban los marroquíes, pero que nunca aparecieron en las listas de votantes. Los marroquíes los habían privado del derecho al voto. Otros se quejaban de que sus amigos o familiares estaban en la lista para registrarse como votantes, pero que los marroquíes no se lo permitieron. La policía marroquí mantenía a raya a todo el que no hubiera sido aprobado por las autoridades marroquíes. La gente que venía a registrarse determinado día, ni siquiera podía entrar. Sólo podían hacerlo los que tuvieran el sello de aprobación marroquí. Así, los marroquíes controlaban quién se registraba para votar. Bienvenidos al estado policial marroquí del Sahara Occidental. Por supuesto, esto no es lo que cabía esperar, y tampoco es el tipo de proceso que se supone que la ONU estaría dispuesta a financiar.

Precisamente por esto, no podíamos invitar a los saharauis a rellenar una solicitud de voto en nuestros centros. No se permitía a ningún saharaui estar en ningún sitio donde el Gobierno marroquí no quisiera que estuviera. No me cansaré de repetirlo: el Sahara Occidental, bajo el control marroquí, es un estado policial, algo a lo que nosotros los americanos no estamos acostumbrados, un estado policial muy eficaz, que funciona a pleno rendimiento.

Otra observación más: algunos saharauis que informaron de lo que los marroquíes les estaban haciendo, nos pidieron a los de la ONU que les buscáramos en el caso de que desaparecieran. Muchos dijeron que temían por sus vidas si los marroquíes los veían hablando con gente de la ONU. Otros nos pidiéramos que hiciéramos como si no los conociésemos si los veíamos fuera del Centro de la ONU. Decir que estaban aterrorizados es quedarnos cortos. Sus comentarios me recordaban, más que a ningún otro lugar, a Sudáfrica a principios de la década de 1970, cuando los negros te hablaban sin tapujos en la Embajada de Estados Unidos en Pretoria o Ciudad del Cabo, porque se sentían a salvo allí, pero en cuanto salían de allí fingían no conocerte, por si la policía especial sudafricana les veía hablando con “alborotadores extranjeros”.

Marruecos no quería y sigue sin querer el referéndum, porque los riesgos superan en mucho a cualquier posible ganancia. Desde su punto de vista, el status quo no es tan malo. Pero, desde el punto de vista de las relaciones públicas, Marruecos no puede permitirse el lujo de parecer el malo de la película y sigue encontrando maneras de retrasar el referéndum hasta que todo el mundo se canse del tema. Es una táctica a largo plazo que, en ocasiones, resultas simplemente absurda. En una ocasión, como si fuera una obra de Ionesco, Marruecos detuvo el proceso de identificación durante más de una semana, a un precio, otra vez, de 100.000 dólares al día, por la cuestión de si un adverbio empleado en un programa propuesto por la MINURSO era el más apropiado. Esto trajo un intercambio de cartas formales y una buena dosis de objeciones petulantes.

Si Marruecos estaba realmente interesado en aclarar el asunto, y no simplemente en retrasar el proceso, se podía haber solucionado en dos minutos, con una llamada de teléfono del antiguo embajador togolés, que hablaba francés y era quien había redactado la carta.

Ese mismo mes, el oficial de enlace marroquí con la MINURSO, un tal Mohammed Azmi, se jactó públicamente en un bar, ante un grupo de trabajadores de la MINURSO, de que él era el único que decidía si iba a continuar la identificación al día siguiente. Y para demostrarlo, cogió el teléfono (era casi medianoche) y, delante de todo el mundo, canceló las sesiones de identificación de la semana siguiente.

Estos son los actos de gente maquiavélica que hace lo que le viene en gana, con impunidad frente a sanciones de la ONU y sin tener el menor escrúpulo por la integridad [honestidad] del referéndum ni por el gasto que están ocasionando.

Estaba previsto que el proceso de identificación comenzara el 15 de junio de 1994, pero su comienzo se retrasó dos meses y medio, con un coste de millones de dólares, mientras la ONU, los saharauis y Marruecos se metían en más negociaciones que representaban una pérdida de tiempo, esta vez sobre cómo llamar a los representantes de la Organización para la Unidad Africana (OUA) que iban a venir a observar la identificación. Los marroquíes habían abandonado la OUA años antes, porque esta Organización había reconocido la República Árabe Saharaui Democrática (RASD), el nombre diplomático de la patria saharaui, y Marruecos decía que no quería que la gente de la OUA participara en el referéndum. Los representantes de la OUA formaban parte del proceso del referéndum y, como bien sabían los marroquíes, tenían que estar allí. Al final se llegó a un acuerdo sobre cómo se les tenía que llamar, y se permitió la entrada a los representantes de la OUA. Lo absurdo es que todo esto ya se había resuelto en 1993, así que no había necesidad de volver a inventar la rueda una vez que había comenzado el [proceso preparatorio del] referéndum. .../... to be continued

[1] El autor se refiere, en todo momento, al proceso preparatorio del referéndum, ya que éste aún no se ha celebrado (diciembre de 2007)

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