El descubrimiento de América
El éxito del proyecto colombino sólo es históricamente comprensible si admitimos que hay todo un ciclo de navegaciones previas y de mejoras técnicas que crearon las condiciones para que su éxito fuera posible. De la llamada Media Luna Fértil de los descubrimientos geográficos, la región comprendida entre el Algarve portugués y la costa de Huelva, habían partido desde comienzos del siglo XV innumerables embarcaciones que recorrían la costa africana en busca de especias adentrándose cada vez más hacia el sur y hacia el oeste, ya que en su camino de regreso debían practicar la llamada "Vuelta de Guinea", dirigiéndose hacia el oeste en busca de los vientos alisios para poder tomar entonces el rumbo a la península.
Con todo, la obstinación, experiencia y genialidad de Cristóbal Colón son indiscutibles. Experto marinero, influido por el ambiente de Portugal y por las lecturas de Ptolomeo, Estrabón, Mandeville, Marco Polo y otros, Colón concibió el proyecto de alcanzar la India a través del océano, siguiendo rumbo al oeste. Un famoso humanista, Toscanelli, influyó decisivamente en él y le indujo a cometer importantes errores de cálculo, que le llevaron a pensar que la Tierra era más pequeña y Asia mayor; eso suponía que las distancias se acortaban considerablemente, por lo que estaba convencido de que podía realizar el viaje en carabelas sin necesidad de hacer escalas.
Cristóbal Colón
En 1484 Colón presentó su proyecto a Juan II de Portugal y le pidió apoyo económico para llevarlo a la práctica. Pero una junta de expertos consideró que el plan era descabellado, y el rey, más preocupado por las exploraciones africanas, no quiso prestarle su ayuda. Decepcionado, se trasladó a Castilla para exponer sus ideas a los Reyes Católicos, puesto que necesitaba el apoyo de un monarca o un noble poderoso que corriera con los gastos.
Acompañado de su hijo Diego, se instaló en Palos de la Frontera (Huelva), donde entró en contacto con algunas personas que le ayudaron y que más tarde tuvieron un papel destacado en la realización de la empresa. Estas personas eran los frailes franciscanos de La Rábida, que le pusieron en contacto con los reyes; los Pinzón, que prestaron a Colón sus pertrechos, conocimientos e influencias; y los marineros andaluces, acostumbrados a navegar por el Atlántico y que formarían la tripulación del viaje colombino. Los monarcas castellanos tardaron un tiempo en aceptar los proyectos de Colón; fueron siete años, durante los cuales se hicieron frecuentes contactos con personas influyentes de la corte, pero los reyes demostraban estar más interesados en la conquista de Granada.
Las capitulaciones de Santa Fe
Eran varios los motivos por los que los Reyes Católicos no se decidían a prestar su apoyo al proyecto colombino. Aparte de la guerra de Granada, las exigencias de Colón resultaban exageradas y los expertos que analizaron el proyecto determinaron que era muy arriesgado. Algunos cortesanos, como Luis de Santángel y Francisco de Pinelo, convencieron a los reyes de la necesidad de transigir. Cuando la guerra de Granada tocaba a su fin, Colón fue recibido por los monarcas en Santa Fe, y le manifestaron su intención de financiar la empresa.
Firma de las capitulaciones de Santa Fe
El resultado de la negociación fue recogido en las capitulaciones de Santa Fe, firmadas en abril de 1492. En ellas se hacían una serie de concesiones a Colón, pero todas condicionadas al hecho del descubrimiento. Los puntos fundamentales de este contrato otorgaban a Colón enormes privilegios, como el título de Almirante y Gobernador General de las tierras por descubrir. También se le concedían el diez por ciento de los beneficios comerciales, aparte de otras ventajas económicas.
Con unas cartas para el Gran Kan y las instrucciones para organizar la armada, Colón se marchó al puerto de Palos de la Frontera, que fue elegido como punto de partida porque en él se contaba con una buena flota y marineros experimentados en navegaciones atlánticas.
El primer viaje de Colón
Cuando terminaron los preparativos, unos noventa hombres se embarcaron en tres naves: dos carabelas, la Pinta y la Niña capitaneadas por los hermanos Pinzón, y una nao, la Santa María, en la que iba Cristóbal Colón. La mayoría de la tripulación era de Palos; sólo quince expedicionarios no eran andaluces: diez vascos y cinco extranjeros. No se embarcaron mujeres, frailes ni soldados, pero sí oficiales reales para velar por los intereses económicos de los monarcas, y un intérprete de lenguas orientales.
Colón se despide de los Reyes Católicos
El 3 de agosto de 1492 zarpó la flota con rumbo a las Canarias y con un objetivo claro: alcanzar la costa asiática atravesando el Atlántico. Todos los pormenores del viaje se encuentran recogidos en un documento excepcional, el "Diario" que escribió Colón, conocido por la copia que del mismo hizo fray Bartolomé de Las Casas.
En la travesía se presentaron algunos problemas. El más importante fue el descontento de la tripulación por el alejamiento de las costas y la presencia continua de vientos alisios, que los llevaban directamente hacia el oeste, temiendo que no encontrarían vientos favorables para volver a la península. Pero antes de acabar el mes de agosto aparecieron vientos contrarios, gracias a lo cual se sosegaron los ánimos.
Los problemas reaparecieron al entrar en la zona de calmas, lo que, unido a la ausencia de señales de tierra, mostró de nuevo el descontento de los marineros. Colón llegó a pensar que había sobrepasado el Japón, y sus problemas se acrecentaron cuando estalló un motín general que pudo contener tras lograr convencer a sus hombres de que en unos pocos días más encontrarían tierra. Pronto los vientos aumentaron, se avivó la velocidad de navegación y comenzaron a aparecer indicios de hallarse cerca de la costa: algunas bandadas de pájaros y maderas que flotaban en el mar.
El descubrimiento
Cuando, por fin, el 12 de octubre se divisó tierra, la alegría de los expedicionarios fue inmensa. Habían llegado a una isla de las Bahamas, a la que Colón dio el nombre de San Salvador y que los indígenas llamaban Guanahaní. Esta isla corresponde a la que en el siglo XVIII los ingleses denominaron Watling.
Colón desembarcó y tomó posesión de ella en nombre de los Reyes Católicos. Todos quedaron maravillados de las tierras y de los hombres, que Colón comenzó a llamar indios (por creer que había llegado a las costas asiáticas) y que le recordaban a los guanches de las Canarias. Estos hombres eran pacíficos, pero carecían de las riquezas que los descubridores esperaban encontrar.
El descubrimiento del nuevo mundo
(cuadro de John Vanderlyn)
Pronto pasaron a reconocer la costa de la isla y, creyéndose en Extremo Oriente, zarparon de nuevo en busca de Cipango (Japón). Recorrieron las costas de varias islas Bahamas, de Cuba y de Haití, que recibió el nombre de La Española. Al mismo tiempo que seguían manteniendo relaciones con los indígenas, los españoles buscaban especias, aunque, en su lugar, vieron por primera vez el maíz, las canoas, las hamacas y el tabaco.
En la Nochebuena de 1492 naufragó la nao Santa María en la costa norte de La Española. El cargamento se pudo salvar gracias a la ayuda de los indígenas, y con los restos de la nao Colón resolvió construir un fuerte, llamado de La Navidad, que fue el primer establecimiento español en América. Allí quedaron 39 hombres con el fin de mantener las relaciones amistosas con los isleños y buscar minas de oro. A mediados de enero, el Almirante dio la orden de volver. Junto a los españoles se embarcaron algunos indígenas, papagayos, pavos, productos de la tierra y objetos exóticos. En los primeros días de navegación, Colón escribió su famosa "Carta", que estaba destinada a difundir la noticia de su fabuloso descubrimiento.
Las dificultades del viaje de regreso fueron enormes, pero en todo momento Colón demostró sus magníficas cualidades marineras. Los vientos y las tormentas separaron las dos embarcaciones, y Colón, al mando de la Niña se vio obligado a poner rumbo hacia Lisboa, siendo recibido por Juan II, que fue el primero en escuchar el relato de su aventura. El rey portugués reclamó sus derechos sobre las tierras descubiertas, en base al pacto de Alcaçovas, pero Colón le demostró que no había ido a Guinea, sino a las Indias. Ante el temor de represalias de los Reyes Católicos, el monarca le dejó partir rumbo a Palos.
Martín Alonso Pinzón, al mando de la Pinta, se había perdido en una tormenta y arribó a las costas de Galicia, y de allí tomó rumbo a Palos, donde llegó al mismo tiempo que Colón, a mediados de marzo. El Almirante se puso en camino para ver a los reyes, que se encontraban en Barcelona. Atravesó la península despertando la curiosidad de todos con su espectáculo de papagayos, indígenas, plumas exóticas, etc., dejando a los españoles impresionados y admirados.
La nueva división del mundo
El recibimiento que tuvo Colón en Barcelona fue grandioso, y los reyes le confirmaron todos los privilegios pactados en Santa Fe. Enseguida iniciaron contactos diplomáticos con el Papa para conseguir la concesión sobre las tierras descubiertas y por descubrir, y con Portugal para establecer una frontera en los descubrimientos, tema que provocó tensión entre ambos reinos.
El punto de partida fueron dos bulas otorgadas por Alejandro VI. La primera anexionaba las nuevas tierras a la Corona de Castilla, y la segunda limitaba la zona de expansión de portugueses y castellanos con un meridiano situado a 100 leguas de las Azores. Las negociaciones fueron muy duras y los portugueses no quedaron conformes con la sanción papal, pues, aunque estaban de acuerdo en que debían repartirse el mundo, preferían que la línea divisoria fuera un paralelo, ya que así se adueñaban del hemisferio sur.
Finalmente, en junio de 1494, el problema se consideró zanjado con el tratado de Tordesillas, según el cual ambas partes aceptaron que la línea de demarcación fuera el meridiano situado a 370 leguas al oeste de Cabo Verde. Las imprecisiones del acuerdo y las dificultades para determinar la longitud (que sólo se pudo lograr en el siglo XVIII), hicieron que no acabaran los problemas jurisdiccionales. Por ello, la expansión de los portugueses en Brasil y de los españoles en el Sudeste Asiático, con la conquista de las islas Filipinas, suscitaría problemas diplomáticos entre los monarcas de la Península Ibérica, que se resolvieron por la política de fuerza y los hechos consumados.
Segundo viaje
En septiembre de 1493 se hacía a la mar una Armada formada por 17 barcos y una fuerza formidable, cercana a 1500 hombres. Sus objetivos eran socorrer a los españoles que habían quedado en América durante el primer viaje en el establecimiento de Fuerte Navidad, continuar los descubrimientos tratando de alcanzar las tierras del Gran Khan, y colonizar las islas halladas anteriormente. Tras una escala en Canarias, que con el tiempo se convertiría en algo habitual en la Carrera de Indias, Colón ordenó poner rumbo más al sur que en el primer viaje, pensando que de esta manera llegaría a Cipango (Japón) más fácilmente.
Los cuatro viajes de Colón
Lo que Colón halló en este segundo viaje fue, en realidad, la ruta más rápida y segura para navegar a América. En sólo 21 días consiguieron llegar a las islas Deseada y Dominica, y descubrir a continuación Guadalupe, Monserrat y Puerto Rico. En la costa norte de Haití, donde se hallaba Fuerte Navidad, Colón supo que los 39 hombres que había dejado en el primer viaje habían sido asesinados, según le dijeron a manos del cacique Caonabó y sus compañeros. El 6 de enero de 1494 Colón fundó en ese lugar La Isabela, primera población española en América. Desde ella mandó algunas expediciones en busca de oro, del que remitió algunas muestras a España, y propuso a la corona que autorizara el intercambio de ganado y vituallas por esclavos indios caribes. En abril se trasladó a Cuba y poco después a Jamaica.
A su regreso a La Isabela, Colón descubrió que muchos descontentos se habían marchado de ella, mientras las enfermedades hacían presa en los pobladores que quedaban y los indígenas se rebelaban. Tras una corta lucha, Colón impuso a los vencidos la esclavitud y el pago de un tributo en oro y algodón. Sabedores de la terrible situación en sus nuevos dominios, los Reyes Católicos toman la decisión de enviar a Juan de Aguado para que les informe de lo que está sucediendo. En marzo de 1496 regresaba Aguado a España, acompañado por Colón, que no quería perder el favor de la corte para su empresa descubridora. Dejaba construidas seis fortalezas y el mando de los territorios otorgado a su hermano. En la entrevista mantenida con los reyes el otoño siguiente, Colón recibe críticas por la conflictividad y la falta de rentabilidad de sus empresas, pero se justifica con el fin evangelizador.
Tercer viaje
Tres años tarda Colón en conseguir organizar su siguiente viaje, mientras su prestigio y el de la propia empresa americana, que parece un negocio ruinoso, decae por momentos. De las ocho naves que componen esta vez la flotilla colombina, que parte de la península en enero de 1498, cinco pasan a reforzar los establecimientos de La Española, y tres se dedican a nuevos descubrimientos. A finales de julio desembarcaba Colón en la isla de Trinidad y poco después explora la costa venezolana de Paria y la desembocadura del gran río Orinoco, donde considera que había estado localizado el paraíso terrenal. En agosto de 1498 estaba de vuelta en La Española.
En adelante, los conflictos políticos y administrativos absorben por completo a Colón, impidiéndole continuar con las exploraciones. Primero tiene que hacer frente a una sublevación indígena y, más tarde, se rebelan los propios españoles, acaudillados por Francisco Roldán. Sólo la autorización del reparto de las tierras de los indígenas y la concesión del servicio personal de los mismos a los españoles, junto a algunas medidas de fuerza, consigue detener la revuelta.
En 1500 llega a La Española un enviado real, Francisco Bobadilla, que viene como juez pesquisidor con plenos poderes para poner orden en la colonia. Bobadilla halló culpable a Colón de todos los males, se apoderó de su casa, papeles y bienes, le abrió un proceso y lo remitió a España cargado de grilletes junto a sus hermanos Diego y Bartolomé. A continuación dio libertad para coger oro, vendió tierras y repartió indios. Acababa así la etapa de gobierno personalista del Nuevo Mundo y empezaba un nuevo orden. Colón llegó a España en noviembre de 1500. Aunque los reyes mandaron ponerlo en libertad de inmediato, sus enormes privilegios habían desaparecido. Colón había triunfado como marino y descubridor, pero había fracasado como gobernante.
Cuarto viaje
A pesar de todo, en marzo de 1502 recibe el cometido de preparar un cuarto y último viaje, cuyo objetivo debía ser hallar el estrecho que se creía separaba las tierras firmes del norte y del sur, para lograr paso franco al continente asiático. Colón tenía prohibido desembarcar en La Española para evitar conflictos, al igual que la captura de esclavos. Se prepararon cuatro carabelas con 140 hombres, entre los cuales figuró el hijo del descubridor, Hernando Colón, que nos legó un relato del viaje.
En mayo de 1502 partieron de la península, dirigiéndose a Martinica, Dominica, La Española (pese a la prohibición), Jamaica y Cuba. De allí navegó hacia la costa de Honduras, Nicaragua, Costa Rica y Panamá, donde logró rescatar (comerciar) cierta cantidad de oro. En noviembre fundaron Portobelo y poco después, también en la costa panameña, Nombre de Dios. Tras sufrir un ataque indígena tuvieron que poner rumbo a Cuba, pero naufragan a la altura de Jamaica. Hasta ese momento, el cuarto viaje colombino había servido para probar que desde Brasil a Honduras no existía paso alguno hacia el oriente. Desde Jamaica, Colón despacha a siete de sus hombres para que pidan socorro en La Española (Santo Domingo). Por fin, en julio de 1504 los náufragos son rescatados y en noviembre de aquel año Colón llegaba, ya muy enfermo, a España. Fallece en mayo de 1506, sin reconocer que, en realidad, había hallado un nuevo continente.
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