viernes, 11 de enero de 2008

El niño y el enano Jueves, 10 Enero 2008

En 2005 tuve la suerte de poder pasar dos semanas en la Isla de La Palma. Mis padres, mis hermanos y mi abuela, ya la habían visitado el verano anterior. Yo, por motivos laborales, tuve que quedarme esa semana y pico solo en casa. Volvieron encantados con la Isla y planeando un viaje para el siguiente verano. Para las Fiestas Lustrales.

Después de haberme quedado con las ganas el año anterior, sobre todo si tenemos en cuenta que La Palma era la única isla que me faltaba por visitar, no dudé en apuntarme al viaje. Jamás me arrepentiré, porque además de caer enamorado ante la belleza y la idiosincrasia de la Isla, disfruté de las fiestas como hacía años que no disfrutaba. Aunque tuviésemos que hacer cola para casi cualquier evento.

Las Fiestas Lustrales se celebran cada cinco años, como su propio nombre indica, con motivo de la Bajada de la Virgen de Las Nieves desde su ermita hasta la Iglesia de El Salvador, en Santa Cruz de La Palma. Es, por tanto, la celebración más importante de la Isla y, sin embargo, sigue conservando el encanto de las fiestas de los pueblos. A pesar de ser un importante reclamo turístico que llena desde semanas antes los hoteles palmeros, sus actos siguen siendo los de siempre: la Pandorga, el Baile del Minué, el Diálogo entre el Castillo y la Nave y, sobre todo, la Danza de los Enanos.

Los Enanos son el icono por excelencia de La Palma, pero, por mucho que se hayan visto por televisión, hay que verlos en directo para saber lo que realmente significan. Ver cómo 24 hombres de gran estatura entran en una pequeña caseta para salir, apenas unos segundos más tarde, convertidos en verdaderos enanos que bailan al ritmo de una polca cada vez más frenética es una experiencia inolvidable.

Sobre todo si, además de verlos actuar en el recinto ferial, tienes ocasión de observarlos en alguna de las exhibiciones que realizarán en diversos puntos de la cuidad durante toda la noche y hasta bien entrada la mañana. Aunque eso suponga que te tengas que levantar a las cinco y media, después de haberte acostado casi a las dos y tengas que esperar en La Alameda, lugar de la última representación, hasta bastante después de las nueve.

Nada de eso importa, porque, pese a sus caras de cansancio y aunque apenas pueden andar sin ayuda, todo cambia cuando vuelve a sonar la pegadiza música y comienza la transformación. En ese preciso instante, ante ti, a escasos metros, no tienes a un hombre disfrazado de enano. No. La magia invade el lugar y lo que ves es un verdadero enano.

Es la última actuación hasta dentro de cinco años y, quizá, por ello, los enanos deciden salirse del cordón que delimitaba el espacio destinado a la actuación y que hace rato que no delimita nada, porque ha cedido ante la presión del numerosísimo público presente. La policía local abre pasillos y los enanos se mezclan entre el público, al ritmo de la polca. En ese momento, con varios enanos a medio metro de ti, sientes una gran envidia de ese niño que abandona la multitud y empieza a bailar delante de un enano, en una danza de tú a tú.

Dicen que es la magia de los enanos, que se repite cada cinco años. Casi con total seguridad, la anterior vez que salieron a la calle, ese niño que osó retar al enano 7. a una danza no había nacido. Y, casi con total seguridad, dentro de dos años y medio, la próxima vez que la magia invada las calles de Santa Cruz, no recordará la reprimenda que recibió de un guardia por haber osado bailar con un enano. Nadie se lo podrá reprochar, porque todos en ese momento deseamos ser ese niño.

Estas navidades estaba revisando un cd en busca de imágenes que subir a Flickr, cuando me volví a topar con estas instantáneas tomadas por mi padre. En ese entonces yo todavía no había abandonado la fotografía analógica. Cada vez que veo las fotos de ese viaje -ya sean las digitales o las de papel- siento una gran nostalgia y me vuelvo a prometer que, salvo causa de fuerza mayor, el mes de julio de 2010 lo pasaré en La Palma.

Porque quiero volver a soñar con los enanos.



Un canario en Madrid

Un punto de vista periférico desde la centralidad

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