En Canarias tenemos una larga tradición carnavalera con un montón de costumbres etnográficas conformada por el caracter de los pueblos.
Aquí te presentamos un pequeño resumen de algunas de estas tradiciones, esperando que al estar en tu memoria, no se pierdan.
Un poco de historia |
El Carnaval es una de las fiestas más populares de Canarias, pero también es una de las de origen más complejo y discutido. Se cree que datan del siglo IX, de las fiestas romanas: Saturnalia, Lupercalia y Matronalia. Los carnavales comienzan después de dos fechas estrechamente relacionadas con la purificación: San Antonio Abad, el 17 de enero, y la Virgen de la Candelaria, el 2 de febrero. El período de carnaval suele asociarse a los días que anteceden a la Cuaresma, pero las fechas de comienzo y finalización son variables, según los municipios, y no siempre acaba los miércoles de ceniza, ya que en muchas ocasiones se prolonga algo más. Las fiestas de invierno simbolizan siempre la muerte de la sociedad y su resurrección. El frío y la oscuridad se ritualiza en Canarias con determinados símbolos que permiten la trastocación de jerarquías y valores sociales: se provocan ruidos producidos con cacharros, latas y tablas, se quema al Judas y aparece la máscara. Con todo ello se intenta expulsar las tinieblas y las situaciones marginales. |
En general |
Las ciudades en carnaval se convierten en una diversión caracterizada por la invasión de las calles y los espacios públicos de disfraces, máscaras, maquillajes, color, olor, etc…, con la típica pregunta de "¿me conoces, mascarita?" En el "coso" desfilan las carrozas y todas las agrupaciones del carnaval, murgas, comparsas, además de la Reina del Carnaval de todas las edades (infantil, juvenil, 3ª edad y la Drag Queen o Reinona, la última novedad), elegidas en galas previas. Uno de los desfiles por excelencia en el carnaval canario, es el "entierro de la sardina", símbolo del fin de las fiestas. La parodia consiste, básicamente, en acompañar al "muerto". El cortejo fúnebre está compuesto por amigos, familiares y seguidores incondicionales de la sardina, que salen a la calle para decir el último adiós a quien tantos goces ha proporcionado en los días del carnaval. Así se lleva hasta una hoguera donde se quema el "cadáver". |
Las Islas |
En El Hierro son típicos "los carneros", un grupo de hombres vestidos con zaleas de oveja blancas o negras y tiznados de negro, que se colocan en la cintura cencerros y se coronan con una gran cornamenta de carnero. Van acompañados de pastores entintados y enmascarados con estrafalarias ropas, que portan una larga vara y sujetan con una cuerda a cada uno de los carneros, y por "el loco", que va blandiendo un machete que golpea contra el suelo arrancando chispas y emitiendo un chirriante sonido. Robar alguna prenda de vestir, meter mano, embestir y provocar situaciones irrisorias son algunas de las acciones propias de este grupo. En Teguise (Lanzarote) son típicos "los diabletes", simbolizando al macho cabrío con sus cuernos y larga lengua roja. En el siglo XVII salían acompañando a la procesión del Corpus Christi, hasta que fueron prohibidos por la Iglesia. Salen ataviados con traje de color blanco pintado con líneas oblicuas y lunares rojos y negros. Llevan una máscara que semeja la cara de un toro; se adornan el torso con collares de esquilas rematadas con cascabeles y en la mano llevan un látigo con una bolsa de cuero rellena de papel, con el que golpean a todos los que salen a su paso. En Arrecife, también Lanzarote, son típicos "los buches", aportación marinera al carnaval. Se trata de una cuadrilla compuesta por músicos que interpretan antiguas canciones marineras y los portadores de buches (vejigas de grandes peces curtidas e infladas), con los que golpean a la gente. Todos visten con montera de embozar, camisa y calzoncillos blancos, chaleco y polainas de color negro y ceñidor a la cintura de diferentes colores. Como elementos carnavaleros muestran la moña de cintas que cuelga de la montera, las caretas de tela metálica pintadas, los pañuelos que cubren la cabeza bajo la montera y los hombros, las vejigas de pescado y los guantes blancos para ocultar las manos. En Santa Cruz de La Palma, el lunes de carnaval se celebra la "llegada de los Indianos". En cada esquina de la ciudad puede acechar un "empolvado", dispuesto a llenar de polvos talco a todo el que encuentra, directamente o con los "huevos - taco". Muchos actos rituales sitúan el origen de esta batalla de polvos talco en el siglo XIX, cuando un barco que transportaba sacos de harina en malas condiciones dejó en tierra toda la carga, siendo utilizada como elemento de diversión en el carnaval que en esas fechas se celebraba. Esta fiesta también está relacionada con los rituales ñáñigos cubanos de blanquear la piel. En el Puerto de la Cruz (Tenerife) se está recuperando el ritual del "mataculebra", claro exponente de la cultura de migración a Cuba. Entre el grupo de hombres que saca a matar la culebra, destaca el mayoral, el negro matador y los negritos, quienes portan la bandera y el tambor. Se colocan en fila y el mayoral se sitúa a un lado con el látigo. Así recorren las calles cantando la primera parte de la antigua letra del "calabasón, son, son". Al llegar a lugares emblemáticos socialmente se escenifica la muerte de la culebra con la segunda parte de la letra. Muerto el ofidio se recoge el dinero entre los espectadores al son de la música del tambor. En cuanto al "entierro de la sardina", antes de asumir la sardina el protagonismo del entierro, se utilizaba un machango en Los Realejos o La Orotava (el "Rascallú") y en Garachico (el "Sansusino"), confeccionado con trapos y paseado en procesión. Este machango es conducido a la plaza donde se quema y destroza. La gente corre con pedazos del muñeco alentando el bullicio y la escandalera. Según Domingo J. Navarro, a finales del siglo pasado, en Las Palmas de Gran Canaria, el jolgorio popular finalizaba a las doce de la noche. Los muchachos solían coger un tronco de platanera o "rolo" que atravesaban con dos palos por la parte inferior y superior para utilizarlos como asideros. Se abría un hueco en el centro como si fuera el corazón, y allí se le ponía una vela encendida. En la cabeza le colocaban un sombrero. Con un balde de agua y una escoba se iba rociando todo lo que encontraba. Después de distintas ceremonias se le enterraba o se le echaba al barranco. En Agüimes y Agaete ha pervivido en forma similar un muñeco de estas características, o incluso alguien que se ofrece a serlo. |
Bibliografía |
Los Símbolos de la Identidad Canaria. Capítulo 22 de Carmen Marina Barreto Vargas. CCPC, 1997.
- Las Fiestas Populares Canarias. Alberto Galván Tudela. Interinsular Canaria, 1987.
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