jueves, 24 de enero de 2008

El drama de la inmigración

Sobrecogedoras las fotos recopiladas en un documento enlazado desde Ethica more cybernetica y que da luz sobre la realidad diaria de la llegada de inmigrantes a las costas.

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En Canarias Bruta cuentan que existe algo de controversia en relación con la difusión de las fotos por parte de los medios y las instituciones. En cualquier caso, expongo a continuación algunas de las más impactantes que encontré en el documento citado:

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En el momento en el que leo una reflexión profunda del tipo de la que hace Vicente Verdú sobre la situación universitaria actual resulta inverosímil no echar la vista atrás y analizar el período universitario que me tocó vivir a lo largo de poco más de cuatro años de estancia en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la Universidad de La Laguna y comprobar que la situación, cuanto menos, está anclada en una visión que no responde a muchas de la necesidades exigibles a la institución de educación superior por excelencia.

El nexo de unión entre la obtención de un título universitario y la inserción en el mercado laboral es una relación cuya estabilidad deja mucho que desear. Ese pilar garante del mantenimiento y la conservación de la institución se derrumba mientras ésta contempla con vista nublada la falta manifiesta de motivación en las aulas. ¿Qué obtenemos, por tanto, de la universidad? Un título, eso sí, un papel que en última instancia simboliza la interiorización de un cúmulo de conocimientos acreditativos para supuestamente entrar por la puerta de atrás al mercado laboral. ¿Algo más que esa llave que abre las puertas a la incertidumbre de un mundo que se antoja precario y cuesta arriba? Nada más. Se nos presupone a los universitarios gente “de bien”, interesados por el mundo que nos rodea y cuyas inquietudes están en sintonía con las de la cualificación y la responsabilidad en la medida en que forjamos nuestro futuro con la pretensión de vivir de acuerdo a ciertas expectativas individuales, imagen que, pese a todo, no tiene porqué distar con la de cualquier trabajador dedicado a tantas de las profesiones existentes de manera digna y responsable.

Nosotros, los universitarios, estamos desencantados con lo que obtenemos de las clases. Los métodos empleados son semejantes a los utilizados hace medio siglo pese a que los tiempos han cambiado sobremanera. Recuerdo la pérdida considerable de alumnos a medida que pasaban los años en la facultad. Y digo, si a nadie se le escapa esta situación, ¿por qué no tenemos una visión crítica del asunto, ¿por qué no le damos voz? Las cifras están ahí. La pasividad, también. ¿Dónde están por tanto esos valores e inquietudes que debe transmitir la universidad? Nos empapan de materia mojada y encerrada en sí misma, cantidades ingentes de material asfixiante que no guardan la menor relación coherente con una formación eficaz capaz de suscitar en el individuo un verdadero desarrollo moral y multidisciplinar. Fue Sloterdijk quien dijo que “entrar en la universidad es salir del mundo”.

Olvídense ahora del mercado. La base debe ser la de construir una estructura sólida de pensamiento, un conocimiento que responda no sólo a las necesidades del mundo actual sino también aquélla que permita sentar las bases para una educación dentro del aula. Educación que tenga que ver con el tratamiento de los medios de comunicación, la tecnología de las comunicaciones, el consumo, la ecología, la ética, el sentido de la vida, la expresión artística, la cultura y las humanidades. Por supuesto, también con la conexión entre la universidad y el mundo de la empresa. Con todo, la búsqueda debe ser la que describa el mundo que nos encontramos a diario al salir de clase y el que nos encontraremos al acabar nuestra etapa universitaria. Por favor, es necesario una superación a lo establecido, ir un paso más allá de aquello que se encuentra limitado a unos planes de estudio desorientados cuya aportación útil a la vida fracasa en un tímido y devaluado intento continuado.

Para que ingresar en la universidad signifique poner en la disposición del alumno el marco teórico que le permita sentirse en consonancia con el mundo. Para que, efectivamente, entrar en la universidad sea estar en el mundo.

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