viernes, 11 de enero de 2013

Un canario en el Betis (1-0)

Copa del Rey: Betis - Las Palmas · la crónica

Un canario en el Betis (1-0)

Rubén Castro vuelve a aparecer ante el equipo de sus orígenes y sella el pasaporte para los cuartos de final. Los verdiblancos jugaron a fondo, pero sufrieron hasta la recta final.
Francisco José Ortega / Sevilla 


Foto: Antonio Pizarro
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Foto: Antonio Pizarro
Rubén Castro no falla jamás con su cita con el gol. No lo suele hacer nunca y menos aún si tiene enfrente al equipo de sus orígenes, a esa Unión Deportiva Las Palmas a la que se encargó de liquidar este jueves cuando el Betis estaba pasando por un mal trago a pesar de no haberse dejado ni una carrera en el empeño. Porque los hombres que eligió Pepe Mel para afrontar esta vuelta de los octavos de final de la Copa del Rey pusieron todo de su parte para que el cuadro verdiblanco estuviera en la siguiente ronda, pero el rival de Segunda División fue capaz de mantenerle el pulso en todo lo alto y coqueteó más de la cuenta, incluso, con la posibilidad de alzarse con el pase.

A pesar de no subir ningún gol al marcador electrónico hasta el minuto 84, fue un partido intenso, vibrante, una cita copera pura y dura, cargada de emoción durante todo el choque. Alguien podrá apelar ahora a que Mel no puso en liza a sus mejores hombres y tal vez tenga toda la razón quien así piense si se tienen en cuenta las últimas alineaciones del entrenador verdiblanco en los partidos de la Liga. Entre otras cosas porque respecto a Zaragoza sólo repetían en el equipo titular Beñat y Chica y éste, además, en el otro costado de la zaga. Pero quién le podría otorgar a estas alturas el cartelito de suplentes a Ángel, Paulao, Perquis, Rubén Pérez o Jorge Molina. Hasta Casto, Agra, Vadillo o Pozuelo, por completar el once, han tenido sus momentos de protagonismo de alguna u otra forma.


En definitiva, Mel puso en liza a los futbolistas que él estimó como más convenientes para que la eliminatoria cayera de su lado, algo que finalmente sucedió, pero el sufrimiento tal vez fuera mayor del esperado. Sobre todo para algunos, no tanto para el propio entrenador bético, que ya había advertido de la peligrosidad que podía encerrar Las Palmas si sus peones no se lo tomaban en serio desde el primer minuto hasta el último. Sí hicieron caso a su jefe a la hora de otorgarle al juego la mayor intensidad posible, pero eso no fue suficiente ante un cuadro canario que demostró un notable nivel en el Benito Villamarín y hasta estuvo a punto de protagonizar la gran sorpresa de esta ronda copera.

Afortunadamente para quienes sienten en verdiblanco no fue así, y no lo fue, entre otras cosas, porque el Betis no se tomó jamás el partido a título de inventario y, por qué no recalcarlo, porque, si se exceptúa a David Silva, el mejor futbolista canario de la actualidad viste la elástica verdiblanca. Se llama Rubén, se apellida Castro y siempre está ahí, esperando que llegue su momento para liquidar al adversario. Ayer lo estuvo buscando sin demasiado éxito hasta que uno de sus paisanos, el medio centro Hernán Santana buscó un pase horizontal para tratar de sacar la pelota jugada, tal y como se impone como norma en el manual de su entrenador, Sergio Lobera. Rubén Castro intuyó la acción, fue capaz de cortar el balón y a partir de ahí ya se sabía que el depredador había cazado, una vez más, a su presa, tal vez el bocado más apetecido para él si se tiene en cuenta la cantidad de veces que consigue marcar ante el conjunto en el que se hizo futbolista de alto nivel. Dos o tres zancadas con el esférico perfectamente conducido y disparo duro con la diestra para hacer imposible el esfuerzo de Barbosa por impedir la ejecución sumarísima a la que era sometido. Pero no, Rubén Castro no suele errar en ese momento de la verdad y el Betis había acabado, algo tarde cierto es, con el sinvivir de una vuelta copera de octavos de final bastante complicada.

El partido ya había apuntado las dificultades que depararía desde el principio. Las Palmas salió con una alineación ofensiva y trataba de robar muy arriba. Lo hacía, además, con brío, jugando al borde la falta en todo momento para anticiparse a los futbolistas béticos y a partir de ahí tratar de salir a la contra. Beñat protestaba algunas de las decisiones de Fernando Teixeira Vitienes, pero eso no ayudaba demasiado ni al vasco ni al propio Betis, pues su equipo parecía incapaz de imponer su mando en el juego. Es verdad que la pelota no le duraba a ninguno de los dos equipos, pero el arranque tampoco era muy alentador.

Sin embargo, Rubén Pérez entendió que debía dar dos pasos hacia adelante y eso, unido a la conexión con Pozuelo entre líneas, hizo posible que el Betis dejara de sufrir tantos agobios durante un buen tramo del juego, incluso tuvo ocasiones claras para ponerse por delante. Hasta que llegó la lesión del mediapunta y otra vez vino una fase de desconcierto, saldada esta vez con una jugada en la que Thievy le perdonó la vida cuando lo más complicado era no cantar el primer gol del encuentro.

En ese tramo ya estaba Rubén Castro sobre el campo y el partido, como la eliminatoria, no podía estar más abierto. Cualquiera de los dos equipos podía ganar, algo que se corroboraría tras el intermedio. Porque es verdad que Jorge Molina debió marcar en el minuto 50, como también pudo hacerlo Beñat poco después y hasta Vadillo con una rosca al larguero, pero también los canarios coquetearon con el gol a través de Chrisantus, Corrales y Vitolo. El Betis estaba sufriendo, aunque lo hacía sin descomponerse, con serenidad dentro de las dificultades y con la certeza de que ahí estaba Rubén Castro para cazar la primera que le llegara. Se lo facilitó Hernán, él lo agradeció y el canario más contento del partido volvió a pertenecer al Betis. Cuartos de final, licencia para soñar...

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