miércoles, 9 de enero de 2013

Incluso en los peores momentos


Con motivo de las navidades donde los buenos sentimientos afloran se recuperó un episodio muy poco conocido por los amantes del futbol donde se retrata una vez más que solo un balón puede hacer feliz a muchas personas, y es que en las navidades de 1914 durante la Gran Guerra se produjo un hecho insólito.

A un lado la trinchera alemana, al otro la trinchera aliada formada por británicos y franceses y en medio una tierra aun por conquistar donde yacían los cuerpos de los soldados de ambos bandos en su intento de invadir la siguiente trinchera. Llego la Navidad y con ella los arboles al bando alemán para intentar subir la moral a sus soldados, se hizo la noche y de repente ocurrió el primer episodio, los teutones comenzaron a cantar villancicos y fueron contestados por los británicos, tras los villancicos de ambos bandos, las felicitaciones navideñas desde un bando a otro no se hicieron esperar.

El segundo episodio ocurrió mas tarde al salir unos pocos soldados de sus trincheras a esa tierra de nadie, tenían miedo pero lo ocurrido anteriormente les hizo armarse de valor y recoger sin temor al disparo enemigo a sus compatriotas fallecidos en dicha tierra, no hubo ningún disparo, tras ello prosiguió un intercambio de productos típicos de la guerra whisky, tabaco, chocolate,…, e incluso se comportaban como amigos, en definitiva se celebraba la navidad.

El tercer episodio ocurrió justo en ese instante cuando un soldado escoces trajo consigo un balón, británicos y alemanes improvisaron las porterías usando sus gorros como postes y se pusieron a jugar bajo el congelado barro de Tierra de nadie, pases, entradas, goles, un partido como el que se juega cada día en el recreo en cualquier patio de colegio. Podría llevar a pensar que las rencillas de la guerra se tradujesen en patadas y peleas constantes pero nada más lejos de la realidad, si había una entrada fuerte y el adversario se caía, se le ayudaba a levantar del barro y a seguir jugando.
Seguramente cada soldado con independencia de los ideales que defendiese, jugaba con la ilusión de quien sabe que su misión es la de sobrevivir hasta el día siguiente.

Podemos retroceder en el tiempo hasta aquel instante y hacer una simulación de como jugaban, por un lado los británicos con su clásico correcalles para más tarde hacer uso del balón arriba y aprovechar la  “second ball” y lo alemanes basándose en su juego físico y rudo.

El resultado final 3-2 ganaron los alemanes, aunque quien sabe si como en el Mundial de Sudáfrica también no les concedieron un gol legal a los británicos.

El partido concluyó al enterarse un oficial alemán del mismo, que ordenó su inmediata conclusión y la vuelta a las trincheras. Se trató de tapar este hecho sin precedentes ya que podía suponer una rebelión en la filas de los soldados, se quemaron las cartas que hablaban del partido así como de las fotos que se hicieron los soldados británicos y alemanes juntos. Pese a su intento de que no trascendiese nada de lo sucedido fue imposible borrar ese momento imborrable.

Por un momento, ese territorio de muerte y destrucción volvió a lo que antaño fue un espacio donde los seres humanos eran eso, humanos.

Alejandro Miño González.

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