Con
motivo de las navidades donde los buenos sentimientos afloran se recuperó un
episodio muy poco conocido por los amantes del futbol donde se retrata una vez más
que solo un balón puede hacer feliz a muchas personas, y es que en las navidades
de 1914 durante la Gran Guerra se produjo un hecho insólito.
A
un lado la trinchera alemana, al otro la trinchera aliada formada por
británicos y franceses y en medio una tierra aun por conquistar donde yacían
los cuerpos de los soldados de ambos bandos en su intento de invadir la
siguiente trinchera. Llego la Navidad y con ella los arboles al bando alemán
para intentar subir la moral a sus soldados, se hizo la noche y de repente ocurrió
el primer episodio, los teutones comenzaron a cantar villancicos y fueron
contestados por los británicos, tras los villancicos de ambos bandos, las
felicitaciones navideñas desde un bando a otro no se hicieron esperar.
El
segundo episodio ocurrió mas tarde al salir unos pocos soldados de sus
trincheras a esa tierra de nadie, tenían miedo pero lo ocurrido anteriormente
les hizo armarse de valor y recoger sin temor al disparo enemigo a sus compatriotas
fallecidos en dicha tierra, no hubo ningún disparo, tras ello prosiguió un
intercambio de productos típicos de la guerra whisky, tabaco, chocolate,…, e
incluso se comportaban como amigos, en definitiva se celebraba la navidad.
El
tercer episodio ocurrió justo en ese instante cuando un soldado escoces trajo
consigo un balón, británicos y alemanes improvisaron las porterías usando sus
gorros como postes y se pusieron a jugar bajo el congelado barro de Tierra de
nadie, pases, entradas, goles, un partido como el que se juega cada día en el
recreo en cualquier patio de colegio. Podría llevar a pensar que las rencillas
de la guerra se tradujesen en patadas y peleas constantes pero nada más lejos
de la realidad, si había una entrada fuerte y el adversario se caía, se le
ayudaba a levantar del barro y a seguir jugando.
Seguramente
cada soldado con independencia de los ideales que defendiese, jugaba con la
ilusión de quien sabe que su misión es la de sobrevivir hasta el día siguiente.
Podemos
retroceder en el tiempo hasta aquel instante y hacer una simulación de como
jugaban, por un lado los británicos con su clásico correcalles para más tarde
hacer uso del balón arriba y aprovechar la
“second ball” y lo alemanes basándose en su juego físico y rudo.
El
resultado final 3-2 ganaron los alemanes, aunque quien sabe si como en el
Mundial de Sudáfrica también no les concedieron un gol legal a los británicos.
El
partido concluyó al enterarse un oficial alemán del mismo, que ordenó su
inmediata conclusión y la vuelta a las trincheras. Se trató de tapar este hecho
sin precedentes ya que podía suponer una rebelión en la filas de los soldados,
se quemaron las cartas que hablaban del partido así como de las fotos que se
hicieron los soldados británicos y alemanes juntos. Pese a su intento de que no
trascendiese nada de lo sucedido fue imposible borrar ese momento imborrable.
Por un momento, ese territorio de muerte y
destrucción volvió a lo que antaño fue un espacio donde los seres humanos eran
eso, humanos.
Alejandro Miño González.
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