lunes, 19 de mayo de 2008

JINAMAR

Hablar de los orígenes de Jinámar se hace bastante complicado, debido a que los datos anteriores a la Conquista de la Isla son sólo aproximaciones y no realidades fundamentadas, pero podemos aventurarnos a explicitar algunas referencias del lugar.

En cuanto al nombre del lugar, a su topónimo, hay que decir que posiblemente sea un vocablo aborigen muy extendido, porque también en la isla de Fuerteventura encontramos el lugar de Ginijinámar, lo que me lleva a pensar que pudiera tener relación con el sitio, relacionado con barranco de palmeras, posiblemente. ¿En qué me baso para dar esta hipótesis?, pues en que el vocablo “amar” aparece también en el de Tamaraceite y éste, parece ser que está relacionado con zona poblada de palmeras. Además a la llegada de los mallorquines primero y los castellanos después, se encontraron con el barranco de Jinámar, que era una zona rica en palmeras, y que afortunadamente nos queda actualmente un vestigio de lo que fue aquel inmenso bosque de palmeras y olivos silvestres.

Corría el año 1360 cuando se tiene noticia de un desembarco por el Puerto de Gando, internándose aquellos mallorquines y aragoneses en aquellas desconocidas tierras, poniéndose a la defensiva los teldenses y agüimenses, para posteriormente hacer un furioso ataque que produjo muchos heridos y muertos en los europeos, rindiéndose el resto, entre los que se encontraban cinco sacerdotes franciscanos. Durante los primeros años de cautiverio se les atendió humanamente pero pasado el tiempo, al parecer, surgieron problemas lo que llevó a que se les condenara a muerte a todos los extranjeros. Según las noticias que se tienen, los canarios respetaban en mayor medida a los religiosos franciscanos, y es por ello que les concedieron cierta diferencia en cuanto al suplicio al que fueron condenados, pudiendo ser que se les diera la opción de escapar para luego ser perseguidos, o bien se les condenó a otro tipo de muerte, lo cierto es que se nos dice[1]: “ Hay en el término de Jinámar, camino de Telde y media legua distante de la costa del mar, una caverna o abismo profundo, cuyo paradero se ignoraba. Precipitáronlos en ella y como, pasados algunos días, aparecieron parte de sus vestidos en el mar inmediato, conocieron entonces que éste se comunicaba con aquellas cavernas inferiores. Cuando se considera esta crueldad de los isleños para con unos huéspedes que les habían plantado muchos higuerales, fabricándoles casas cubiertas de madera labrada…erigiendo dos pequeñas ermitas de piedra seca, donde colocaron algunas santas imágenes…”

Mi opinión, llevado a ella debido a lo confuso de los textos, es que si la Sima de Jinámar, como parece estar estudiado, nunca tuvo salida al mar, los canarios encargados de llevar a efecto la ejecución, permitieron la huida de los franciscanos, y para demostrar que habían ejecutado la sentencia cogieron sus ropas y las lanzaron al mar, en señal de que la sentencia se había llevado a efecto. También pienso que una de aquellas dos ermitas, rodeada de un frondoso palmeral, higueras y olivos, sería la primitiva de Jinámar, la de la Concepción, pues en los primeros momentos de la conquista esta ermita estaba ya edificada desde hacía mucho tiempo, cosa lógica si nos atenemos a ese texto que nos narra las experiencias de los franciscanos en la zona , ya desde el siglo XIV.

Jinámar fue siempre un lugar de paso, en el que se construyeron unas pocas viviendas, en aquellos primeros momentos de la conquista, alineadas a ambos lados del camino de bestias que unía Las Palmas con Telde. Siguió siendo lugar de paso y aún en el año 1966 se nos decía[2]: “Llegando a las arenas negras de La Laja, hasta alcanzar la cornisa que domina la profunda ensenada de la Mar Fea. Desde más alto aún, divisamos el valle de Marzagán, paisaje bíblico, con las viejas higueras retorcidas y el disperso caserío. Vemos el complejo de los últimos volcanes…entre la serie de conos sucesivos destaca el de Jinámar, que es un cráter profundo, sin fin, según creencia extendida, porque se dice que se comunica con la Mar Fea. De esta posible comunicación con el mar se hace también eco el novelista Julio Verne, al elegir como refugio de su Nautilus el fondo de un cráter que sitúa en las Islas Canarias.”

Otra anécdota[3] relacionada con esta zona data del año 1393, en donde un tripulante de un buque castellano que había desembarcado en el lugar, formando parte de las tropas que se dirigían a Jinámar, llegó a encontrarse solo y rodeado de canarios por lo que no vaciló en lanzarse desde unas altas rocas a las aguas, para poder así alcanzar sus naves que fondeaban en la bahía, de ahí viene el nombre del lugar denominado desde aquel entonces “El salto del castellano”.

En el referido año 1966 Jinámar era un amplio caserío, situado en lo que eran los dominios de la Casa Condal de la Vega Grande de Guadalupe. También se nos describe la ermita[4], dándosenos una serie de datos que, posiblemente, el autor no contrastó debidamente: “ es de patronazgo de los condes y fue por ellos edificada. Se abre la ermita ante una ancha plaza, de gran sabor canario, cerrada por unos muros de almenas moriscas. En esta plaza se celebran festejos populares el día de la Inmaculada, fiesta que se llama de las naranjas y de las cañas dulces por ser los presentes preferidos de los romeros al regresar a sus hogares.”

El Ministerio de Instrucción Pública de España, en el año 1876, encargó una misión científica en las Canarias al famoso antropólogo[5] francés Rene Verneau, que en los años que pasó en las Islas apenas vivió en las ciudades, y fruto de ello es que este personaje, tan relacionado con el Museo Canario por sus estudios sobre sus colecciones antropológicas, residió en esta zona de Jinámar, aunque mejor es leer lo que él escribió de su puño y letra[6]: “ El paisaje se vuelve rápidamente de una gran tristeza. Las corrientes de lava, las montañas con sus laderas sombrías y cubiertas en parte por una arena volcánica gruesa, totalmente negra, se muestra por todos lados. Sin embargo, se atraviesa un valle completamente sembrado de higueras y tuneras, y de muchas casas: es Jinámar. En el mismo valle y un poco más arriba se encuentra Marzagán, con sus caleras y sus canteras de mármol. Finalmente, en la cima de una montaña de unos 350 metros de altitud se ve, en medio de un bosque de olivos, palmeras e innumerables higueras, una gran casa blanca. Es el Lomo del Capón, mi residencia de 1884 a 1887”.

También nos hizo el mismo personaje una reseña de las plantas que se encontraban cerca de la costa y destacaba: cinerarias, crisantemos y perejil de mar (Critmum maritimum)[7].

El tema de la Sima de Jinámar, ya tratado, necesita un apartado especial, aunque para comenzar, pudiéramos recomendar, meramente como curiosidad, la lectura de la novela “Sima Jinámar” de José Luis Morales[8], que hace una referencia novelada a los sucesos que se dieron en este lugar en tiempos de la Guerra Civil Española, en donde se reseñan los violentos hechos de la muerte de los republicanos que fueron asesinados, arrojándoles por la mencionada boca volcánica.

Desde el punto de vista científico, la Sima de Jinámar se trata de una profunda cavidad semejante a la de las Cuevas del Diablo, en Lanzarote. Es una chimenea volcánica que se vació al terminar la erupción y bajar la columna magmática, antes que se solidificaran las paredes de la oquedad producida, por el que salió, para finalizar el proceso, abundante agua caliente, a modo de géiser. Con el paso del tiempo el fondo de la Sima quedó cubierta por el vertido de callaos de barranco. Las paredes están formadas por un aglomerado fonolítico en sus partes más interiores, y por escorias volcánicas las más cercanas a la boca[9].

En la zona costera encontramos la Playa de Jinámar o también llamada de Bocabarranco, que viene a ser la salida natural al mar del Barranco de Las Goteras. Desde el punto de vista geomorfológico se destacan dos roques de escasa altitud, conocidos como Los Peñascos, que son los restos de los brazos de lavas que llegaron al mar, siendo destruidos con la erosión producida por el oleaje. Desde el punto de vista biológico es el ecosistema más interesante de todo el litoral teldense y desde el arqueológico, podemos encontrar unos degradados restos de un poblado aborigen, concretamente del denominado La Restinga, que ya desde hace muchos años demanda un plan urgente para llevar a cabo su recuperación, pero mucho me temo que se pueda llegar demasiado tarde. Bocabarranco es una playa formada por arena gris y grava, relacionados con bloques y cantos basálticos, fonolitas y tetritas del Mioceno, tratándose a su vez de una playa formada por acumulaciones sedimentarias relativamente inestables, debido a su suave pendiente[10].

El relieve volcánico de Jinámar está enclavado en lo que Alex Hansen, en el año 1987, denominó la Agrupación de Bandama, que estaba constituida por: Monte Lentiscal, Montaña de Tafira, Pico y Caldera de Bandama, Montaña de Jinámar, Montaña Rajada, Sima de Jinámar, Montaña Cuesta de las Gallinas, Montaña del Gallego y Montaña de Las Palmas[11].

Las plantas más interesantes de toda la zona, además de las ya reflejadas y de las típicas de las zonas bajas: Zigophyllum fontanesii[12], Crithmum maritimum[13], Astydamia latifolia[14] y de medianía: veroles, tabaibales (euphorbias) …, son las poblaciones de Lotus que se dan en las zonas de costa, en concreto en la Playa de Bocabarranco: la Lotus Kunkelii y la Lotus Leptophyllus.

En cuanto a la Lotus Kunkelii, hay que decir que entre los años 1958 y 1965 se podía ver en las zonas de arena que iban desde Gando a Jinámar[15], pero el fenómeno de urbanización, y las extracciones de arena llevaron a que en el momento actual se le encuentre en una pequeña zona de Bocabarranco. Es una planta rastrera que vive entre los 15 y los 20 metros de altitud, viviendo sobre la arena y los sedimentos eólicos de la costa. Sus hojas son carnosas y florece en invierno y primavera, aunque en algunas plantas se puede ver su floración hasta el mes de julio. Sacarla de su entorno es imposible porque no se ha logrado su desarrollo fuera del arenal. La localidad en donde vive se encuentra dentro de los espacios denominados sitios de interés científico y además protegida por la Ley de Espacios Naturales de Canarias, pero pese a ello la hemos visto desaparecer, aunque la bonanza de uno de los inviernos pasados hizo que brotara de nuevo, superando las ingentes cantidades de tierras y escombros que las taparon en su momento. Después de fracasar su cultivo en el Jardín Botánico Viera y Clavijo, actualmente se intenta su recuperación a través de la fecundación “in vitro”.

En cuanto a la Lotus Leptophyllus, también se encuentra muy amenazada por las extracciones de arena y por las urbanizaciones de las zonas de costa. Se puede ver aún en Melenara, Jinámar, Tufia, Gando, Arinaga y la Cuesta de Silva. Vive entre los 5 y los 100 metros de altitud, reproduciéndose por semillas y floreciendo en la primavera. También presenta grandes dificultades para conseguir su multiplicación fuera de sus lugares habituales.

En cuanto a la fauna del lugar, no hay nada especial ni específica, se pueden observar: abubillas, búhos chicos, lechuzas, erizos, cernícalos… Con respecto a estos últimos hay que decir que se han adaptado a las terribles transformaciones que el hombre ha hecho de su hábitat, sustituyendo parte del palmeral por bloques de cemento, y es en esas construcciones, concretamente en sus balcones, es donde a veces anidan, siempre y cuando tengan la suerte de encontrar una mano amiga que comprenda que podemos poner nuestro granito de arena en la conservación y protección de nuestro entorno.

Para terminar, con este pequeño trabajo he intentado hacer una pequeñísima aportación a la historia de este lugar, que tanto ha significado para mí, no sólo en el plano profesional sino también en el humano.

[1] Noticias de la historia de Canarias.. Joseph de Viera y Clavijo. Tomo l, edición de Dr. Alejandro Cioranescu. Cupsa Editorial, pág. 115.. Madrid 1978.

[2] Gran Canaria, Fuerteventura, Lanzarote. Claudio de la Torre.. pág. 294- 295. Barcelona 1966.

[3] Ibidem.

[4] Ibidem. Pág. 298.

[5] Memorias de un hijo del siglo. Juan Rodríguez Doreste. Pág. 121-122. Madrid 1988.

[6] Inco años de estancia en las Islas Canarias. Rene Verneau.Pág. 178. Madrid 1981

[7] Ibidem.

[8] Sima Jinámar. José Luis Morales. Ed. De la Torre.. Madrid 1977.

[9] Los volcanes de las Islas Canarias. Vicente Araña y Juan C, Carracedo. Pág. 44. Madrid 1978.

[10] Geomorfología del litoral de Telde. Rita Gómez Balader. Pág. 46-50-56- Ayuntamiento de Telde .

[11] El relieve de Gran Canaria. Antonio Santana Santana y Agustín Naranjo Cigala. Pág. 35. Las Palmas de Gran Canaria 1992.

[12] Ver lámina y datos de esta planta en Flora canaria. Caja Insular de Ahorros. Pág. 96. Las Palmas de GranCanaria 1983.

[13] Ibídem. Pág. 26.

[14] Ibídem. Pág. 17.

[15] Libro Rojo de especies vegetales amenazadas de las Islas Canarias. C. Gómez Campo y otros colaboradores. Pág. 414-417.Las Palmas de Gran canaria 1996.

Consejería de Educación del G. Canaria

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