sábado, 6 de octubre de 2012

Breve Historia de Tenoya y su Ermita

Este artículo nace de la sincera inquietud de ciudadanos de a pie por el patrimonio histórico de nuestra isla; aquí se ha puesto como ejemplo a la Ermita de Tenoya, pero no será una gran revelación para el lector, el decir que hay muchos más ejemplos de desidia, por nuestra parte y por parte de los organismos competentes sobre el particular. Obviamente, a través de este artículo también queremos manifestar nuestro deseo de que nuestra ermita sea restaurada y protegida mediante la denominación de patrimonio histórico. Sin embargo, nuestros proyectos no se quedan aquí sino que van más allá. Queremos una ermita restaurada, pero en absoluto cerrada al público, nuestro pensamiento sería que se realizaran en ella oficios religiosos durante el año, se abriera a la visita de los turistas que vengan a visitarla, estando en perfectas condiciones y se informe de su historia e importancia patrimonial.

En la actualidad, Tenoya se encuentra situada a unos 12 km. de la ciudad de Las Palmas de Gran Canaria, en el norte de la isla, siendo el límite oeste entre los municipios de Las Palmas y Arucas. Esta localidad ha crecido en una zona ligeramente montañosa, caracterizándose por la gran cantidad de lomas que hay en los alrededores y que conforman su orografía.

Partiendo de que en la zona correspondiente al valle de Tenoya, se encontraba un asentamiento aborigen, (en la actualidad ampliamente destruido), el pueblo de Tenoya como tal debió surgir a fines del siglo XV, después de finalizada la conquista de la isla de Gran Canaria por los castellanos, y después de los repartos de tierras que el conquistador Pedro de Vera realizó entre sus colaboradores más importantes. En esta isla, como diría Juan Ramón Nuñez Pestano, “se ha podido detectar el origen de grandes linajes de la terratenencia local en las datas de tierras y aguas otorgadas por los gobernadores entre los conquistadores más relevantes, como es el caso de Miguel Moxica, (Mújica), que recibió grandes propiedades en el heredamiento de Tenoya (…)”[1]. No obstante, éste no viviría lo suficiente para disfrutarlas y pasarían a su primo Juan Civerio y Muxica, de origen vizcaíno, que vino a Gran Canaria en las compañías de vizcaínos que vinieron a la conquista; llegando a ser uno de los primeros regidores de Gran Canaria. Tal y como ha descubierto, Vicente Hernández Jiménez,[2] “según el libro de Repartimientos, en 13 de julio de 1485 se repartió el Valle de Tenoya desde la acequia vieja a la parte de la Villa del Real, y se hizo un camino de cuatro estadales de ancho, por el que se iba desde la Villa del Real de Las Palmas al lugar de Arucas, para cuyas tierras se dio toda el agua del Barranco de Tenoya. El primer beneficiado fue Juan de Civerio, al que se dio una suerte de tierra para un peón, en que ovo cinco aranzadas, en el cual entró el vallecico de Las Palmas e otros pedazos que están vera del barranco seco, con un pedazo de tierra que está vera de la Vega, como va consignado por los mojones, en veinte de Diciembre de mil e quinientos años. López Sánchez de Valenzuela, Gobernador de esta isla y Repartydor y Reformador, dio a Juan de Civerio esta peonía de tierra. Unido a ésta se otorgó data de una peonía de tierra de diez aranzadas a Antonio de Arévalo, y otra, unida a la anterior y en el propio día a Juan de Civerio, y encima de ello el Gobernador Pedro de Vera mandó darle más tierras hasta dar a “una albarrada de canarios”, un pedazo de cañaveral, encima de dos pedazos de tierra que se habían dado a Hernando de Miranda y a García de Asiego.

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Este escudo heráldico puede observarse actualmente en una casa de propiedad particular, que se encuentra en un lateral del templo. Dicho emblema pertenece a la Casa de los Lezcano – Muxica, cuyos miembros fueron patronos y mayordomos de la ermita durante muchos años. Se la denominaba Casa del Cura.
Foto de los autores.


Como consecuencia de la implantación del cultivo de la caña de azúcar y debido a las excelencias del barranco de Tenoya, se ubica aquí uno de los ingenios azucareros de la isla, en las tierras de Juan de Civerio y, alrededor del mismo, debió surgir el pueblo, al irse demandando las instalaciones anexas al ingenio y la mano de obra especializada necesaria para la floreciente industria. Este primer asentamiento urbano de Tenoya debía ser un tanto extraño, pues sus pobladores, debían ser los expertos portugueses en el cultivo de la caña, los aborígenes que colaborarían con ellos como mano de obra barata, los esclavos negros traídos de Berbería, los españoles especialistas (carpinteros, herreros, canteros, etc.), moriscos y toda una gran cantidad de personas que de una forma u otra estaban vinculadas a las tareas del ingenio (agricultores, ganaderos, tejeros, almocrebes, leñadores...).

Debido a la existencia de este ingenio, el agua que bajaba por el barranco se destinaba fundamentalmente para éste, para gran molestia de los pobladores de Teror, así lo menciona Vicente Suárez Grimón en uno de sus trabajos: “Esta disputa se plantea entre la heredad de Tenoya y los vecinos de Teror; sus orígenes se remontan a los tiempos de la conquista de la isla y al consiguiente reparto de tierras y aguas entre los concurrentes a ella. Por este reparto, que tiene sus orígenes en los años de 1485 a 1502 y en la reformación posterior de 1506 (…) se concedieron al Valle de Tenoya todas las aguas (…) que fueran a parar al barranco de Tenoya.”[3] La heredad de Tenoya existió antes que el núcleo poblacional de Teror, sin embargo la propiedad del Agua se desvió a la primera, debido a que las tierras de Teror se denominaban de “sequero” mientras que en Tenoya, había caña de azúcar, producto en boga en esos momentos.

Además, por Tenoya pasaba el camino Real de Arucas, que continuaba hacia Gáldar, lo que hacia que dicho lugar fuera de paso obligado para todos los que querían desplazarse a cualquier punto del norte de la isla (Arucas, Guía, Gáldar, Agaete, Firgas ...) Este asentamiento demandaba la celebración de oficios religiosos, los cuales, a partir de 1.515, según se desprende de las Constituciones Sinodales del Obispo Vázquez de Arce debía realizarlas el cura de la recién creada parroquia de San Juan Bautista de Arucas. (hay por tanto dependencia eclesiástica del curato aruquense). “(…) Por ende estatuymos e hordenamos e mandamos que en cada uno de los dichos lugares de Arucas e Moya, aya yglesia parrochial baptismal donde se digan misas y ministren los santos sacramentos e erigimos e criamos las yglesias de los dichos lugares en yglesias parrochiales”.[4] Según Rodríguez Calleja, “(…) la parroquia de Arucas también cubrirá una zona de difícil delimitación, al menos hasta la creación de la parroquia de San Lorenzo, en torno al barranco de Tenoya y la Cruz del Ovejero en Tamaraceite.”[5]

No se puede hablar de la fundación de Arucas, sin pasar por alto que el barranco de Tenoya se integra, en ciertos documentos, en el Barranco de Arucas, olvidándose que Tenoya, dentro de la jurisdicción, fue con probabilidad el primer núcleo habitado, y que debió ser en aquellos años de gran importancia. Sin embargo, la primera referencia que se tiene de un lugar de culto en este Valle, aunque este punto no esté totalmente contrastado, es el de un oratorio en el mismo barranco bajo la advocación de la Virgen de la Gracia, oratorio levantado en conmemoración a una batalla entre aborígenes y castellanos, donde moriría Doramas, en la cual sobreviven pocos conquistadores. No obstante, Vicente Hernández Jiménez apunta la existencia de una ermita edificada en el s. XVI, como conmemoración a la batalla mencionada, que sería arrumbada por una crecida del barranco en el s. XVIII y que estaría bajo la advocación de la Virgen de la Encarnación.

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Imagen actual de la ermita de Tenoya y su emplazamiento.
Foto de los autores.


También en las constituciones del Obispo Vázquez de Arce se hace alusión a que el cura de la parroquia de Arucas, tenía que decir una misa en los ingenios de Firgas y Tenoya, los días de precepto. Sin embargo, no será hasta 1.629 cuando se haga alusión a una ermita bajo la advocación de San Pedro en Tenoya, cuando se imponen misas rezadas por parte de Juan de Civerio Lezcano Mújica. Sin embargo esta ermita no sería la que ya hemos mencionado, sino que seguramente se refiere a la edificada por los Lezcano en 1600, descendientes de Juan de Civerio, que fue construida junto al trapiche de la familia. Esta ermita se fue reedificando, y cabe la posibilidad de que sea la que aún podemos contemplar en la Plaza de Tenoya. Los patronos y mayordomos eran los Lezcano, y ésta nueva edificación se destinó a que los obreros y personal de sus fincas oyeran misa y cumplieran sus obligaciones religiosas.

Desde 1681, se creará la parroquia de San Lorenzo, de la que dependeremos hasta principios del s. XX. Concretamente a partir de 1.695, será cuando también aparezca la advocación a Ntra. Sra. de la Encarnación, y durante varios años las advocaciones a San Pedro y a la Encarnación serán simultáneas. La Virgen de la Encarnación ganará finalmente el patronazgo del valle y bajo su auspicio se encuentra la moderna iglesia, desde la que actualmente se oficia. Respecto a la nueva iglesia donde se guarda la efigie de esta virgen, el 6 de Agosto de 1.937 el Excmo. Sr. Obispo D. Antonio Pildain Zapiain confiere mandato especial al provisorato para la formación del oportuno expediente sobre la formación de la parroquia de Tenoya, reservándose la aprobación del auto que recayere. El día 19 de agosto del mismo año, el sacerdote de San Lorenzo y Capellán de Tenoya en aquellos tiempos, D. Mariano Hernández Romero emite su informe, en el que expresaba: "... juzgo necesaria y de mucha utilidad la creación de la Parroquia de Tenoya por la verdad objetiva de las causas canónicas que motivan este proyecto de división, a saber:
a) la dificultad de los fieles para ir a la iglesia Parroquial de S. Lorenzo (la más cercana)
b) el gran número de feligreses a cuyo régimen espiritual no se puede atender debidamente..."
También añadía : "... La capilla de Tenoya, cuya titular es Nuestra Sra. de la Encarnación, aún disfrutando de la pila bautismal a juicio del que suscribe no está en condiciones de ser destinada a iglesia parroquial. Es una Ermita muy antigua y muy devota de nave insuficiente para el número de fieles del pueblo de Tenoya..."[6].

El día 1 de Noviembre del mismo año de 1.937, el fiscal una vez oídos todos los que tienen que intervenir, informó que era favorable al Sr. Provisor y vicario general quien dicta auto definitivo el 20 de Noviembre y con fecha 7 de Diciembre el Excmo. Sr. Obispo aprueba el auto creando la Parroquia de Tenoya y señala la fecha del 8 de Diciembre festividad de la Inmaculada Concepción para el comienzo de Tenoya como Parroquia.


La ermita de Ntra. Sra. de la Encarnación, hoy

Enclavada en el casco antiguo de Tenoya, rodeada por la Plaza de Nuestra Señora de la Encarnación, nos encontramos con un edificio de planta rectangular, formado por un cuerpo alargado dividido en dos zonas, ermita propiamente dicha de unos 70 m2 útiles y la sacristía, de unos 20 m2 aprox. Respecto a las dimensiones externas, son de 26 m. de largo por unos 5 m. de ancho. Dicho edificio tiene un tejado a dos aguas en el más puro estilo popular, y lo que podríamos denominar una azotea (sacristía), lo que denota los añadidos que se han llevado a cabo en ella a través del tiempo.

El frontis destaca por su sencillez y sobriedad: consta de una puerta de dos hojas en madera de tea, claveteada y pintada de marrón. En la parte alta del mismo, tenemos una espadaña de cantería en la cual están colocadas las dos campanas. Una de éstas, la más pequeña, el esquilón, tiene grabado el nombre de San José y lleva inscrita la fecha de 1.664. Seguramente a ésta se referirá la placa de piedra que podemos encontrar en uno de los laterales del edificio, en la cual se puede leer (aunque a duras penas): "Esta campana es de Nuestra Señora de la Encarnación. La donó Juan (ilegible) siendo mayordomo, con la limosna de 751 (ilegible)."

Refiriéndonos a su lateral derecho, (el que está orientado al sur) podemos observar que existen en el mismo dos puertas, la más cercana al frontis descrita como puerta chica y otra un poco más alejada, que es por la que se accede a la sacristía desde el exterior. En ese lateral está colocada una cruz de madera y a cada lado de ella están colocadas dos peanas de cantería, en las cuales hay un par de macetas que algún feligrés tiene a bien regar de vez en cuando. En el lateral norte, la nave principal tiene dos pequeñas ventanas, fruto de una de las remodelaciones para conseguir luz exterior, y en ese mismo lateral, la sacristía tiene otra ventana, pero con jambas de cantería. A lo largo de los años, este edificio recibió varias remodelaciones, pues se aprecian las huellas de las mismas en la edificación, piedras de cantería de diferente color en la espadaña, encalados de diferente rugosidad en los laterales, tejas de diferente tonalidad, poyos de cantería al lado de poyos de cemento en sus laterales, etc.

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Interior de la ermita. A pesar de la actuación del actual párroco que ha limpiado y repintado el recinto tras años de abandono, si se fijan, pueden observar la presencia, tanto en las condiciones del suelo como en los desconchones de las paredes, los efectos de la humedad, junto a la aparición de todo tipo de insectos que atacan la madera y debilitan la estructura del púlpito, el altar y la del mismo edificio. Su restauración es, por tanto, urgente.
Foto realizada por los autores en el 2005.


Si visitáramos su interior nos encontraríamos con un recinto oscuro, en el que sólo surge un suave halo de luz a través de dos ventanas de su lateral, que nos permite vislumbrar unos cuantos bancos y un par de santos que nos agradecen la visita, tales como un Crucificado, un busto del Señor, la Virgen de los Dolores y un par de cuadros que se tienen a duras penas… son lo que queda de un pasado no tan lejano, donde antes brillaban lámparas de plata, la Virgen de la Encarnación con su afable estampa, un Juan Evangelista con el cordero que nos invitaba a escuchar la prédica de Jesús cada domingo… y que ahora no se encuentran en el recinto.

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Puede observarse en ésta imagen a la Virgen de la Encarnación en su ermita durante la semana santa de 2005, vestida de forma sencilla, aunque no por ello exenta de hermosura. Al fondo, vista parcial del altar que describimos.
Foto realizada por los autores.


También queda aún un púlpito de madera policromada, que se conserva en su interior milagrosamente, pues casi toda la madera está atacada por la carcoma. En él se pueden apreciar, pintados, aunque toscamente debido a los retoques sufridos, los bustos de los cuatro evangelistas con su correspondiente animal simbólico. Tiene planta hexagonal, siendo el sexto de sus lados el lugar donde se encuentra apoyada la escalera de acceso al mismo. En el se disponía el párroco a predicar el sermón para llegar a todos aquellos que se quedaban fuera de la iglesia, y su voz según dicen los vecinos, que aún recuerdan años mejores para este templo, retumbaba hasta llegar al barranco. Y respecto al altar, pieza fundamental de toda iglesia, está igualmente atacado por la carcoma y absolutamente abandonado, las figuras que acompañaban al párroco todos los días de fiesta de guardar han desaparecido y sólo han dejado oscuridad y su sombra en las paredes de la ermita.

Ahora comprenderá el lector, ante esta desoladora imagen que se le describe, el porqué de nuestro empeño de que las autoridades competentes se hagan cargo de este recinto, antes de que a alguien se le ocurra tirarlo abajo para cubrir intereses particulares, que nunca faltan cuando hablamos de salvaguardar nuestro patrimonio y nuestra historia. Puede que la ermita para los que no sean tenoyeros, parezca algo irrisorio o pobre para protegerlo, sin embargo llamo la atención a que me contesten a la siguiente pregunta:

¿cuántos pequeños y sin interés, según algunas personas, trozos de nuestra historia perdemos en Canarias cada día?

Tenoya siempre es y será Tierra, Agua e Historia.

Domingo M. Guerra Hernández

Jennifer Guerra Hernández
Licenciada en Historia, U.L.P.G.C

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