miércoles, 3 de junio de 2009

Gran Canaria

Historia

Las Islas Canarias han estado desde tiempos muy antiguos en los sueños y testimonios de los hombres y los pueblos viajeros. Jardín de las Hesperides, Islas Afortunadas, Cumbres de la Atlántida: numerosos han sido los nombres que recibieron a lo largo de la historia desde que fenicios, romanos o árabes las conocieran y las visitaran.

Los antiguos habitantes de Gran Canaria, venidos de las cercanas costas africanas, la llamaban Tamaran. Los historiadores parecen haberse puesto de acuerdo en el origen bereber de aquel pueblo que arribó a la isla en varias oleadas. La agricultura era la base económica de la sociedad y políticamente, en el momento de la conquista, estaban divididos en dos reinos o guanartematos, Gáldar y Telde, donde mandaba el guanarteme. Igualmente tenían un desarrollado sistema de creencias religiosas, con un faycán o sumo sacerdote emparentado en grado de consanguinidad con el guanarteme. Un claro ejemplo de ello es el yacimiento de Cuatro Puertas.

Al margen de la presencia de monjes baleares en asentamientos costeros de la isla antes de la conquista y de diversos episodios de razzias e incursiones castellanas, fue en 1478, con la fundación por parte del conquistador Juan Rejón de la ciudad de El Real de Las Palmas, cuando se dio el pistoletazo de salida a la pacificación y dominación de la isla, que precisamente recibió el nombre de Gran Canaria en homenaje al valor mostrado por sus habitantes en la defensa de su libertad.

A partir de la fundación del Real en la desembocadura del barranco Guiniguada, la villa, hoy ciudad de Las Palmas de Gran Canaria, comenzó a extenderse a ambos márgenes de dicho barranco, creando el Barrio de Vegueta y Triana. En ellos se desenvolvió un estilo arquitectónico colonial que luego se exportaría al Nuevo Mundo, así como construcciones religiosas y militares de gran personalidad, como La Catedral, el Palacio Episcopal, el castillo de Mata o el Castillo de La Luz, las Casas Consistoriales o la propia Plaza de Santa Ana.

El asentamiento de los nuevos pobladores se produjo a lo largo del siglo XVI con los repartos de tierras establecidos por los Reyes Católicos. Así, familias peninsulares fueron ocupando terrenos y levantando ciudades, en muchos casos junto o sobre los primitivos poblados canarios, como Telde o Gáldar.

A partir de este momento, la actividad agrícola y ganadera centró la vida de la isla. El monocultivo de la caña de azúcar, primero, y posteriormente de la vid, fue definiendo una economía dependiente de los vaivenes externos, mientras se mantenía paralela una agricultura de subsistencia cada vez más empobrecida y un incipiente comercio en la ciudad de Las Palmas. Esta función se vio apuntalada, a finales del siglo XIX, con la construcción del puerto de la Luz y la decisiva presencia de potentados ingleses en la ciudad.

Previamente, la ciudad de Las Palmas de Gran Canaria había crecido hacia la zona de La Isleta desde su original emplazamiento junto al Guiniguada. El tráfico portuario configuró una nueva ciudad y, tras los primeros visitantes comerciales, llegaría el boom turístico de los años 60, ya en el siglo XX. Sería esta actividad, el último monocultivo grancanario tras los tomates y los plátanos, en franca decadencia, quien se encargaría de dar el último vuelco al paisaje y al modelo de vida en la isla.

Los millones de turistas anuales, en su inmensa mayoría nórdicos y alemanes, que visitan lugares como la Playa de Maspalomas o la Playa de Las Canteras, han terminado por hacer de esta isla un gigantesco escaparate y han conseguido que una tierra tradicionalmente de emigración hacia países como Cuba o Venezuela se convierta en lugar de promisión para miles de inmigrantes españoles, europeos, sudamericanos y africanos, que están convirtiendo a Gran Canaria en un autentico crisol de razas, lenguas y religiones. Ése es uno de sus grandes atractivos.

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