domingo, 13 de abril de 2008

FIESTAS TRADICIONALES

Panorama Festivo en Gran Canaria

La fiesta forma parte indiscutible de la idiosincrasia del canario, de hecho, en Gran Canaria el ciclo festivo se extiende a lo largo de todo el año. El peculiar panorama festivo de la Isla es fruto de una paulatina evolución, donde las transformaciones económicas, sociales, culturales e ideáticas entre otras, han jugado un papel protagonista.

Todo esto queda recogido en la obra de Don Gustavo Santana Jubells, Análisis de las Transformaciones del Sistema Festivo en Gran Canaria a finales del Siglo XX, de donde se ha extractado la información que le ofrecemos, y que le ayudará a conocer mejor las fiestas de la Isla.

A continuación tiene usted la posibilidad de profundizar un poco más en el mundo de las celebraciones, desde diferentes ángulos. Puede acceder a cada uno de los diferentes apartados a través del menú.

Introducción

El hombre necesita celebrar y ritualizar los momentos importantes de su vida, necesita hacer vida en sociedad, es un ser festivo. Esta es una cualidad que no se ciñe a un lugar o a un momento concreto y específico.

El sistema festivo es algo cambiante, está expuesto a continuas transformaciones, y las fiestas de Gran Canaria no son una excepción a esa regla.



TIPOLOGÍA FESTIVA

Hay diferentes formas de clasificar las fiestas, definidas por diversos autores, pero Don Gustavo Santana Jubells, no cree que éstas sean las únicas fórmulas; y la que a continuación les presentamos es la que él expone en su publicación.

CLASIFICACIÓN TERRITORIAL DE LAS FIESTAS

La clasificación territorial del panorama festivo de la Isla tiene en el municipio su ámbito de organización básico, puesto que en Gran Canaria, la comarca no es una división que esté aún lo suficientemente arraigada.

Claro está que el municipio con el mayor número de fiestas es el de Las Palmas de Gran Canaria, seguido por Telde, Gáldar y San Bartolomé de Tirajana; mientras que en el otro extremo de la lista se encuentran las localidades de: Mogán, Firgas y Valleseco.

Entre los posibles factores por los que se da esta situación, destacan la evolución de la población canaria y los cambios socioeconómicos que se producen a mediados del siglo XX.

También existen otros factores, nada desdeñables, que inciden en la realidad de ese panorama festivo, como el elemento demográfico, cuyos indicativos más destacables son: la distribución territorial de la población y los proceso de migraciones internas. Un ejemplo de ello se puede ver, puesto que son polos opuestos, en los casos de Tejeda y Santa Lucía de Tirajana.

Luego, también se da el caso de los municipios de Tejeda y Artenara, que a pesar de haber perdido población con respecto al siglo pasado, siguen manteniendo su sistema festivo intacto.

Por otro lado, el caso de Telde nos sirve para ponerlo como ejemplo a la hora de exponer otra de las singulares situaciones que se dan en el panorama festivo de la Isla, puesto que aquí surgen una serie de fiestas, al calor de urbanizaciones de nueva creación y denominadas fiestas populares , como fruto de la necesidad de un referente comunitario.

Otro tipo de distribución es por zonas geográficas, y en la división Norte-Sur que se suele hacer,

En la zona norte estarían los municipios de Agaete, Gáldar, Guía, Firgas, Moya, Teror, Valleseco, Arucas, Santa Brígida y San Mateo; y en la zona sur: Telde, Valsequillo, Ingenio, Agüimes, Santa Lucía de Tirajana, San Bartolomé de Tirajana, Mogán y San Nicolás de Tolentino.

Por otro lado, en la relación existente entre las fiestas y el ámbito territorial, y de cara a un análisis de éstas celebraciones, se podría establecer una jerarquización de las mismas, en función de su poder de convocatoria.

Las fiestas insulares son aquellas que ocuparían el punto más elevado dentro de esta “ pirámide festiva ”, y serían las que tienen su ámbito de acción en toda la Isla, puesto que la asistencia de público es masiva y procedente desde casi todos los puntos de Gran Canaria.

Este sería el caso de la fiesta de la Virgen de las Nieves en Lomo Magullo (Telde), la fiesta de Agaete y la Fiesta de la Virgen del Pino, patrona de la Isla, en Teror; que rivaliza con las dos anteriores en significación y simbolismo.

Aunque también hay otras fiestas, que por la considerable afluencia que tienen, bien merecerían tener un lugar en este espacio. Este es el caso de la Fiesta del Charco en San Nicolás de Tolentino, la Fiesta de Santiago en Tunte, o la Fiesta de la Cuevita en Artenara.

Las fiestas comarcales son aquellas a las que acude gente que no es residente en el municipio. Son siete las comarcas en las que, en dicho estudio, se ha dividido el territorio insular, aunque el caso de la capital, Las Palmas de Gran Canaria, y el Oeste de la Isla, se dejan aparte por sus peculiaridades.

En la comarca del norte se celebran cuatro fiestas comarcales, y de éstas, tres son patronales: la de Santiago (Gáldar), la de la Virgen de Guía (Guía) y la de San Juan (Arucas).

En la vertiente Este de la Isla destacan varias como por ejemplo, en el municipio de Valsequillo, se celebran San Miguel, que es el patrón del pueblo, con la Suelta del Perro Maldito, y la fiesta del Almendro en Flor, ambas con un poder de convocatoria considerable.

Ya en los municipios de la Cumbre, Artenara y Tejeda, nos encontramos con otras dos fiestas importantes: la de San Matías, y la del Almendro en Flor, respectivamente.

En la zona de Medianías tendríamos que destacar la fiesta de Santa Brígida; y en el Sur, las de San Antonio, en Mogán.

En tercer lugar nos encontramos con las fiestas municipales , entre las que hay que establecer una diferencia entre las que son patronales y las que no.

Dentro de las fiestas patronales que aun conservan la dimensión de municipales estarían: las de San Mateo, las de San Antonio, en Mogán y las de San Vicente Ferrer, en Valleseco.

Y luego, de entre las locales con una dimensión municipal, vemos las de San Lorenzo Mártir, en Las Palmas de Gran Canaria; las de San Fernando y las del Tablero, en San Bartolomé de Tirajana; la de San Nicolás de Bari, en Santa Lucía y la de la Virgen del Pino, en Arinaga.

En esta misma categoría nos podemos encontrar además con: la Fiesta del Queso (Guía), la de la Lana (Gáldar), o la del Albaricoque (Fataga); que no son fiestas religiosas, pero sí muy populares.

Las fiestas locales son el último tipo de fiestas, según el criterio seguido, es el más variable de los cuatro, porque es aquí donde con más frecuencia aparecen y desaparecen las fiestas. También es el nivel donde las relaciones son más estrechas entre el comité organizativo y los asistentes a dichas celebraciones.




TRANSFORMACIONES DE LAS FIESTAS

Las fiestas no son una realidad estática, son parte de un complejo sistema en el que las transformaciones sociales, económicas, etc., afectan a su estructura hasta influir incluso en su desaparición.

A continuación les ofrecemos las transformaciones que ha destacado Gustavo Santana Jubells, en su obra.

TRANSFORMACIONES EN EL MODELO FESTIVO

El sistema festivo es una realidad dinámica que está en continua modificación, estos cambios están fuertemente ligados a unos momentos o circunstancias determinadas, de hecho, hay acontecimientos históricos, que incluso marcan un antes y un después .

Esto fue lo que pasó en Gran Canaria, con el fenómeno conocido como cambio social , a partir del cual se empieza a utilizar el término tradicional , para todo aquello relacionado con el proceso anterior.

Pero con el término tradicional hay un problema, y es que es uno de los más usados, más discutidos y menos definidos en Antropología. Con toda probabilidad, esta indefinición es la que lleva a su uso indiscriminado y erróneo, puesto que es muy corriente encontrarlo emparejado a cosas que distan mucho de ser tradicionales.

Es bastante común la asociación del término tradicional con el mundo festivo de la Isla, y eso hace que se den casos, como con el de las romerías, algunas de las cuales tienen tan solo cinco años de vida, pero que son definidas con dicho término.

En el caso de Gran Canaria, el pasado que sirve de referencia es la sociedad existente antes del proceso que se ha denominado como cambio social , y con este término es con el se define al proceso que se produce en la Islas Canarias a mediados del siglo XX, y que es un punto de inflexión sin el cual sería muy difícil entender la situación actual del Archipiélago.

Este proceso alteró todas las estructuras sociales, económicas, e incluso, ideáticas. Entre los factores de transformación más importantes están: el desarrollo urbanístico, que supuso una expansión de las zonas costeras, como consecuencia de la entrada del turismo en la Isla; movimiento migratorio del interior a la costa; cambio de las redes de comunicación; aparición de una nueva burguesía agraria como consecuencia del crecimiento del sector servicios; transformaciones sociales y uniformización de las ideas y cosmovisiones.

Pero antes del cambio social , y aterrizando más en lo que concierne al tema de las fiestas, cabe destacar algunos factores que reflejan un poco mejor la realidad de la época. Uno de esos factores es la realidad morfológica del terreno de la Isla, que influye tanto en las vías de comunicación, como en los asentamientos poblacionales, que son a su vez dos agentes vitales a la hora de estudiar el mapa festivo de Gran Canaria.

De hecho, antes de que se construyeran las autopistas que recorren nuestra Isla, para hacer un trayecto que uniera dos puntos, lo más eficaz era ir por la cumbre; de ahí que se diga que el eje de comunicaciones de Gran Canaria, hasta mediados del siglo XX, fuera esta zona.

Para estos traslados, lo más cómodo y rápido era seguir el curso de los barrancos, caminos rurales o antiguas cañadas. Y es que hasta el concepto de cercanía o lejanía , no dependía para esta gente de la distancia geométrica o kilométrica, sino de la accesibilidad que había hasta ese punto (caminos, veredas, etc).

En el recorrido, no se desaprovechaba la oportunidad de descansar en un llano o una era, y en ese enclave se comía, bebía y bailaba, convirtiendo el camino en parte de la diversión.

Por otro lado, las fiestas tenían antes una duración limitada, de hecho se ceñían al día del santo y a la víspera, aunque había excepciones que dependían unas veces del calendario, y otras de la importancia de la fiesta en sí.

Dentro de los programas de Fiestas hay unos actos que destacan sobre otros. Un ejemplo de ello es que todos los eventos religiosos tienen un protagonismo especial. Pero también cabe destacar el paseo , que era un acto que se solía celebrar a media tarde (tarde-noche), una vez que se habían acabado los actos litúrgicos.

El paseo se solía realizar en una alameda o en un lugar habilitado para ello, y se hacía al compás de la música de una banda. Los emparejados iban por fuera, mientras que los solteros lo hacían por dentro, y estrictamente separados de las mujeres.

En conclusión, el paseo era un símil, de lo que posteriormente sería la verbena , un acto con un peso específico dentro del programa de las fiestas, además de tener una función muy importante dentro de las celebraciones por: sociabilidad.

Por otro lado, las tareas agrícolas también eran motivo de fiesta en la sociedad tradicional, y un ejemplo de eso son las descamisadas , en las que participaban la mayoría de los vecinos, y que solían terminar con un baile o con una invitación a un buchito de ron. Eran la versión agrícola del paseo burgués.

Las promesas, de carácter religioso o no, fueron también el origen de muchas de las fiestas. En este sentido cabe destacar la figura de los “ mayordomos o priostes , que eran los encargados del cuidado y mantenimiento de una imagen, y a la par, de su consiguiente celebración.

Pero, tras el cambio social , la sociedad y la cultura isleña se modificaron, y con ello el panorama festivo de Gran Canaria, que sufrió una serie de transformaciones importantes.

Uno de esos cambios, es que tendremos que empezar a hablar de fiestas perdidas ; y es que son varios los factores que influyen en la desaparición de estas celebraciones.

Cabe destacar, las transformaciones económicas que ha sufrido la Isla en los últimos 40 años, donde la marginación del sector agrícola en pro del sector servicios, es uno de los efectos más destacados.

Un ejemplo de las celebraciones perdidas son las Juntas de vecinos ” , que eran una reunión de familiares y vecinos para la realización de una tarea puntual, en la que se necesitaba mucha mano de obra. Así el día acordado se reunían, hacían el trabajo, y luego, acababan la jornada con música, baile y comistraje.

Era el anfitrión quien invitaba a la comida y bebida. Entre los asistentes a las Juntas, existía un vínculo en el que se promovía la solidaridad vecinal, de manera que cuando alguien lo necesitaba, el resto acudía en su ayuda.

El baile se hacía una vez que se había finalizado el trabajo, y era amenizado por unos tocadores , que solían ser algunas de las personas allí reunidas, que sabían tocar algún instrumento.

Había sitios en los que estas Juntas de vecinos eran, prácticamente, la única diversión, a excepción de las fiestas religiosas, tal y como es el caso de algunas zonas de Artenara. Pero con la llegada de la mecanización del campo, y la reducción de las cosechas, este tipo de encuentros terminan por desaparecer.

El aspecto económico, tal y como ha quedado patente, era uno de los factores que podemos relacionar con el cese de estas celebraciones. Un ejemplo de ello, son las Fiestas de San Sebastián en Arucas, que al disminuir el apoyo financiero de la familia Barbosa, se redujo todo a una celebración religiosa.

Por motivos demográficos también se producía el declive de una fiesta, y esto fue lo que pasó en el Pago de San Fernando de Moya, que en 1998 dejó de celebrarse las fiestas porque la media de edad del pueblo era ya mayor como para encargarse de la organización del evento.

Otra de las causas por las que decaen las fiestas, es porque han sido incapaces de adaptarse a los nuevos modelos de organización del tiempo, y este es el caso de la Fiesta de San Sebastián, que aunque es el patrón de Agüimes, es la Fiesta de la Virgen del Rosario la que cuenta con mayor popularidad dentro del propio municipio.

Pero dentro del ciclo festivo de la Isla, también hay fiestas que han sido recientemente “recuperadas , y es que en los últimos años Gran Canaria ha visto la aparición de un movimiento que intenta recuperar las tradiciones y costumbres como elementos esenciales de la identidad cultural de este pueblo, y eso se ha materializado en la revitalización de algunas fiestas.

Un caso que ejemplifica esta nueva realidad es la recuperación de la Bajada de la Virgen de la Vega, en Gáldar; que en su momento decayó, por la desaparición de la ermita y del convento, mientras que la imagen descansaba en la Casa de Colón.

El cambio social conllevó la pérdida de referentes culturales. De esta forma, los signos identitarios se diluían, y ya con la llegada de los turistas, con la gente de otras culturas, el mundo agrícola termina por sufrir una desvalorización considerable.

Pero esta situación no duraría por mucho tiempo, y es que la gente intenta reencontrarse con esos referentes, y lo harán por dos medios: “ los nuevos rituales”, y “ la recreación del pasado”.

De entre los nuevos rituales podemos destacar dos fenómenos que son importantes, en el panorama festivo, para el caso de Gran Canaria: las nuevas romerías y las “ traídas ” .

La romería es un término, que tal y como se está utilizando actualmente, puede llevar a malas interpretaciones; y es que la romería siempre ha existido en la Isla, pero entendida como el camino que se solía hacer para llegar a una determinada fiesta.

Como ejemplo de esto último tenemos, la Fiesta de Santiago, en Gáldar, al igual que en San Bartolomé de Tirajana y en Teror. Las romerías suelen estar teñidas de un sentido religioso, por lo que es normal que suelan responder al pago de una promesa.

Este sentido se mantiene, en parte, en la actualidad con la Romería del Pino, en Teror; mientras que las otras dos romerías nombradas con anterioridad, han sufrido una disminución en su afluencia.

Durante el recorrido de este acto se come, se bebe y se convida a los espectadores. El punto de partida suele estar a las afueras del pueblo, y la romería termina en el lugar donde está el santo, al que se le suele hacer entrega de los diferentes productos que se han traído en la carroza, para hacer la “ ofrenda”, y es por ello por lo que a este fenómeno se le denomina como Romería-ofrenda.

El origen de este tipo de romerías parece estar en Teror, donde se comenzó a realizar, a principios de los años cincuenta, por inspiración de Néstor Álamo.

Desde aquí se extendió al resto de municipios, y su instauración está relacionada con el tipismo y el fenómeno de la apertura turística.

Son varios los elementos que participan en una romería-ofrenda, y tienen el siguiente orden: la carroza del ayuntamiento del lugar, seguida por las asociaciones de vecinos, luego las asociaciones de otro tipo, y después; primero los grupos formalizados, y finalmente los informales. Con esto podemos comprobar que las romerías-ofrenda son una representación simbólica del orden social.

Además de todo esto, se da un tercer tipo de ritual que consiste en, o bien, una ofrenda exclusivamente, o en pasar ante la imagen sin ofrendar nada. Ejemplo de esto son: la Fiesta de San Lorenzo, la Fiesta de las Marías en Guía, etc.

Y relacionado con este proceso de innovación, tenemos la aparición de una serie de celebraciones conocidas como las Traídas . En Gran Canaria existen varias: Traída del Barro , La Atalaya, Santa Brígida; Traída del Agua , Lomo Magullo, Telde; Traída del Agua y el Gofio, en Agüimes; Traída del Palo , Firgas; etc.

Todas éstas tienen algunos elementos en común como: tener como punto de partida un determinado lugar del pueblo, y de llegada la plaza del mismo, llevando consigo aquello que se ha ido a buscar; el recorrido se hace de forma lúdico-festiva y el acto suele estar amenizado por una banda de música; etc.

Dentro de este tipo de rituales también podríamos incluir otros actos como: la Bajá del Macho, en Ingenio; la Bajá del Cochinillo , en el Burrero; o la Bajá del Cordero , en la Orilla Baja, Santa Lucía.

Y en los últimos años también han surgido otra serie de rituales, que sin tener tantos elementos en común como los anteriores, podrían ser incluidos en este grupo: La Vará del Pescado , en Arinaga, Agüimes; o La Suelta del Perro Maldito, en Valsequillo.

Paralelo a este proceso de innovación ritual, existe otro, de resignificación, consistente en tomar un ritual que ya se celebraba, para cargarlo de un nuevo significado, acorde con la nueva situación social; es una “ recreación del pasado . Un claro ejemplo de esto lo encontramos en La Bajada de la Rama , de Agaete, con motivo de las Fiestas de la Virgen de las Nieves.

Y es que durante cerca de veinte años, se ha considerado la Bajada de la Rama , como una supervivencia aborigen. Diferentes fuentes documentales, constatan la existencia de un ritual bastante elaborado, y muy integrado en los rituales de los pescadores, hasta el punto, que incluso pudo ser celebrado fuera de su lugar de origen ( Agaete).

Una de las principales características de la fiesta es la transformación o engalanamiento del espacio donde ésta se va a llevar a cabo; con la peculiaridad de que la sociedad canaria de la primera mitad del siglo XX, no se caracterizaba por su riqueza, por lo que se tenía que recurrir a lo que se tenía más a mano, o sea, los elementos vegetales, que además eran abundantes en la Isla.

Esto se veía favorecido por las características geográficas de Gran Canaria, que hacían que la mayoría de la población se concentrara en las zonas de medianías y cumbres de la Isla.

La Bajada de la Rama que se celebra en Agaete, tiene una alta consideración dentro del panorama festivo de la Isla, y también mucha trascendencia en el resto del Archipiélago.

Esta alta valoración se explica, en parte, por la importancia simbólica del ritual, y en parte, por la afirmación del supuesto origen aborigen.

Dicha teoría se justifica, a partir de varias citas de las crónicas de la Conquista de Canarias, estableciéndose un paralelismo formal entre los rituales prehispánicos y la Bajada de la Rama.

Pero a excepción de las dichas citas, hay una ausencia notable de cualquier otra referencia documental, y esto conduce a que en los estudios sobre las fiestas canarias, este tema sea tratado con ciertas reservas.

En la documentación estudiada sobre la Bajada de la Rama, se constata la celebración de esta fiesta desde mediados del siglo XIX. Y por otro lado, también es necesario destacar la ausencia de las referencias sobre el origen aborigen de la celebración, y del hecho de entrar en el mar con las ramas para golpear el agua.

Y esto esta relacionado en cierta manera con la realidad que se acontece en la segunda mitad del siglo XX, en la que Canarias está sumergida en una situación sociopolítica muy particular, y a la vez se está llevando a cabo la transición hacia la democracia, apareciendo también ciertas tensiones nacionalistas, en cuyo seno se promueve el valor de las tradiciones y costumbres como seña de identidad.

La recuperación de estas fiestas tienen unas causas y unos agentes , que participan de forma activa en este proceso; y de entre los diferentes agentes sociales, juegan un papel relevante las agrupaciones folclóricas de la Isla.

Este tipo de grupos, junto con los del Carnaval y las agrupaciones deportivas, son el entramado social más denso de Gran Canaria.

Estas asociaciones son las que se han encargado de recuperar las tradiciones, de renovar las costumbres y son los principales participantes en las romerías, y en ocasiones colaboran activamente en la organización de las fiestas, como reflejo de un deseo de reencuentro con su pasado.

Por otro lado, tampoco es casual que en ese proceso de creación, mantenimiento o recuperación de una fiestas, haya, en algunos casos, detrás un personaje concreto, que por medio de la financiación contribuye a la causa, motivado en la mayoría de los casos, por una promesa.

El problema de esto último, es que al morir el protector, la fiesta puede desaparecer, a no ser, que se encuentre lo suficientemente arraigada, y que la labor siga con la ayuda de un heredero, o a cuenta del propio pueblo.

Con la aparición de las Comunidades Autónomas, se produce un proceso dinamizador, que intenta contrarrestar el efecto disgregador que sufrió la Isla con la Revolución Turística.

En este período se perdieron muchas tradiciones, costumbres, etc., en beneficio del “ progreso”. Y de entre éstas modificaciones, las fiestas es uno de los factores más afectados, de hecho, se nota en el tipo de actividades que se organizaban, como por ejemplo: escalas en Hi-fi, Gymkanas, etc.

Se produce pues, un fenómeno de uniformización, que poco a poco, iba ganando terreno, lo cual, se ha intentado contrarrestar en las últimas décadas, con un proceso de reidentificación, siendo válido el ejemplo de la Bajada de la Rama de Agaete.

Son dos los modelos principales de agentes innovadores del sistema festivo de Gran Canaria: el habitante del pueblo que trabaja en el sector servicios, para completar su salario, y el habitante de la ciudad, que tienen su segunda residencia a otro lugar de la Isla.

Esto se hace evidente en las fiestas, en la recuperación, creación o resimbolización de rituales en los que queda patente la diferencia entre el nosotros y el ellos. Y es que las fiestas son el marco ideal donde sentir o vivir la pertenencia a un lugar.

Y en esta misma dinámica, pero como un caso particular, está la figura de los nuevos residentes, que suelen ser un grupo de personas, en su mayoría jóvenes, que van a vivir a las nuevas urbanizaciones que se crean en Las Palmas y en los municipios cercanos. Estos lugares se están transformando en pueblos o barrios dormitorios, por lo que las fiestas se convierten para estos residentes, en un vínculo de unión, y en una excusa para hacer comunidad, manteniendo así su dimensión de sociabilidad.

El movimiento continuo de personas de un lado a otro de la Isla, favorecido en gran parte por la red de carreteras, así como por el establecimiento de pueblos-dormitorio, permite constatar, no la vuelta de la ciudad al campo, sino el proceso de metropolización de la Isla.

Toda fiesta ha tenido un origen, y la transmisión de los rituales , se lleva a cabo de diferentes maneras. Una realidad tangible es que, cada fiesta tiene un iniciador, de manera que es interesante estudiar como una fiesta de alguien se convierte en la fiesta de todos.

Con frecuencia la aparición de una fiesta es casual. En cambio, el origen de los nuevos rituales pueden ser identificados con el nombre de la persona a la que se le ocurrió la original idea. Como ejemplo de ello tenemos el caso: la romería del Sobradillo, en Gáldar, cuyo creador es José Aurelio Rojas.

Cada una de estas celebraciones tiene un proceso diferente. José Aurelio Rojas lleva diecisiete años organizando la Romería del Sobradillo, la cual ha ido creciendo poco a poco, a pesar de ser originariamente una fiesta privada, ante la cual las instituciones mantienen un respetuoso silencio, aunque cuenta con una colaboración del ayuntamiento de la localidad.

Su creador está preocupado por la perpetuación de la romería, así como por el mantenimiento de su espíritu originario; y por ello ha conseguido aglutinar a un grupo de personas, que en caso necesario, se haría cargo de la misma.

Esta vinculación con la fiesta se consigue por medio de lazos afectivos, lo que supone consecuentemente un compromiso a la hora de organizarla. Este proceso se convierte pues, en uno de los vehículos de transmisión de los rituales; y así en el momento en el que el creador abandona la organización, deja un grupo formado que provoca que la innovación se convierta en una tradición.

La fiesta se perpetúa mientras haya un grupo organizador. Muchas de las comisiones de fiestas integradas hoy por jóvenes, pasaron ya por un tiempo previo de “a diestramiento” , en el que aprenden a manejar los resortes de la celebración, antes de que la comisión anterior delegue en ellos.


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