Aquel muchacho de la calle del Cano.
Lunes, 11 de Mayo de 2015
Manuel Herrera Hernández
Publicado en el número 574
Manuel Herrera Hernández
Publicado en el número 574
En el Colegio de San Agustín, Pérez Galdós
cursará el bachillerato de 1857 a 1862 sin mucha brillantez. Benito en
vez de estudiar dibuja, compone versos satíricos, es un inagotable
lector y se inicia su vocación de escribir y hacer caricaturas del
profesor... Ayer fue el aniversario de su nacimiento (10 de mayo de
1843).
A mediados del siglo XIX en Las Palmas, isla de Gran Canaria, la calle
del Cano era angosta y no muy larga. Junto con la calle de los Malteses y
la calle de San Bernardo eran las más importantes del barrio de Triana
con los talleres artesanales y los comercios. Desde el siglo XVI tenía
el nombre de calle del Canon, acabado en n, lo que se
explica por el hecho de haber estado en dicha calle las oficinas donde
se pagaban ciertos cánones o contribuciones, aunque también existe la
referencia del vecino de dicha calle, Antonio Fernández de Sosa, El Cano,
a quien se nombró padrino de la misma. Era el 10 de mayo de 1843,
miércoles, cuando a las 3 de la tarde nacía un niño en el número 33. Era
el décimo hijo del matrimonio formado por Sebastián Pérez Macias y
María de los Dolores Galdós Medina. El parto tuvo lugar en una
habitación del piso alto, destinada a cuarto de labor, porque era
habitual que la parturienta no diese a luz en su propia cama matrimonial
para evitar posibles deterioros, sino en un catre de tijera. Dos días
más tarde, el viernes 12 de mayo, la familia Pérez Galdós se trasladó a
la parroquia de San Francisco, que había sido reinstaurada por el obispo
Romo en 1840, y el neófito recibió el nombre de Benito María de los Dolores.
Es posible que en la psicología de Galdós influyeran la edad madura de
sus padres; que era el menor de los diez hijos y que fue muy mimado por
las numerosas mujeres de la casa: su madre, las tías, las seis hermanas
(la mayor, Soledad, tenía 19 años cuando él nació) y las sirvientas; la
prolongación de la lactancia materna durante más de tres años como
confirmó su hermana doña Tomasa cuando tenía 90 años, y una madre
intransigente que establecía en el hogar su voluntad en ley. Cuando
Benito tenía diecinueve años escapó de ese dominio y bien podría servir
esto de explicación de la vida que llevó en Madrid. A ese ambiente
familiar se unía el hecho de que Benito era un niño enfermizo. Me crié malucho siempre, padecía unos catarros que me ponían a la muerte.
Benito padecía de asma bronquial. El niño asmático tiene una psicología
especial a la que se añade la ansiedad, tanto del niño como de la
familia, la sobreprotección, la falta de confianza en sí mismo y la
timidez. Todas estas circunstancias confluyeron en una atención para que
no enfermara Benitín, como llamaban al niño, que facilitó la eclosión de una personalidad pasivo-dependiente.
Benito prefería estar sentado en las rodillas de su padre fascinado con
las historias patrióticas de las unidades canarias en la Guerra de la
Independencia. El batallón zarpó para Cádiz el 29 de marzo de 1809
formando parte Domingo Pérez Macías y su hermano Sebastián, que sería
padre de Benito Pérez Galdós, como capellán y subteniente
respectivamente. El primero nos dejó un manuscrito titulado Expedición a España del batallón de granaderos de Canaria. En la batalla de Chiclana este batallón atacó a la fuerzas francesas al grito de ¡Viva la Virgen del Pino!, siendo distinguido con el sobrenombre histórico de Batería de Granaderos Canarios sin
que ninguno resultara herido. Estas historias estimulaban su
imaginación. Por otro lado, se deleitaba recortando con tijeras figuras
de papel. Un día recortó la figura del novio de la sirvienta Teresa y la
pegó en la puerta principal recibiendo alabanzas de mamá Dolores por su
habilidad artística. Además, sus hermanas Dolores y Tomasa le enseñaban
a tocar el piano. Para sus compañeros de juego Benito era un niño
callado, tímido y desgarbado. Yo era tan flacucho, tan débil que si tomaba parte en cualquier juego ya no había otra víctima.
Los juegos empezaban en la calle del Cano en casa de sus escasos amigos
y generalmente terminaban en la plazoleta del convento de las Bernardas
colindante con el barrio de pescadores de la Vica o en las charcas del
barranco Guiniguada.
En 1849 fue a la escuela de la miga (aféresis de amiga)
doña Luisa Bolt, de origen británico, situada en la cercana calle de
los Malteses donde se inició en el estudio del inglés. Para terminar su
instrucción primaria Benito acudió a la célebre amiga regida por dos hermanas conocidas por las niñas de Mesa a quienes los alumnos llamaban seña Belén y seña Bernarda y
por otra familiar, doña Rafaelita, tías del escritor Rafael de Mesa que
sería uno de los más abnegados amigos de Galdós. Este colegio para
niños pequeños estaba, enfrente de la calle Montesdeoca, en la calle de
la Carnicería (actual Mendizábal), que fue creada por Real Cédula de privilegios de esta isla, y fue dada por los Reyes Católicos, en Madrid el 20 de diciembre de 1494: […] la obligación de tener reloj y hospital, y carnicería y matadero.
Cuando, a finales de mayo de 1851, se propagaron los rumores sobre el
cólera en la ciudad la familia Pérez Galdós se refugió en Santa Brígida
en su hacienda de La Data. El Ayuntamiento de Las Palmas pagó con
tierras a los expedicionarios de La Granadera Canaria. Y así, en el
reparto a Domingo y a Sebastián Pérez Macías les correspondió la Data o
donación de una hacienda de viña y árboles frutales en el Ex monte (sic) lentiscal y punto que denominan Montaña de los Lirios de esta jurisdicción. Allí Benito, con ocho años, construyó con materiales elementales una pequeña ciudad medieval que asombró a todos.
En el Colegio de San Agustín, único centro de enseñanza secundaria de
la ciudad fruto de la inquietud del Gabinete Literario, Benito cursará
el bachillerato de 1857 a 1862 sin mucha brillantez. Benito en vez de
estudiar dibuja, compone versos satíricos, es un inagotable lector y se
inicia su vocación de escribir y hacer caricaturas del profesor o de sus
condiscípulos. Recuerda Rafael Romero (Alonso Quesada) en un
artículo de 1920 que el joven Benito era amigo de su abuelo, que tenía
la sastrería cerca del colegio, y que sentado en un taburete en silencio
escuchaba historias a mi abuelo. Aquel muchacho de la calle
del Cano al marchar a Madrid dejó atrás la familia y un amor juvenil.
También marchó recelando de los estudios de Derecho para los que
realmente no tenía vocación. Acaso por esto Galdós llegó a ser figura
cumbre del Realismo español del siglo XIX. Y así, inspirándose en
Erckmann y Chatrian, comenzó los Episodios Nacionales, las
novelas de la primera época en torno al problema religioso, las novelas
españolas contemporáneas describiendo la sociedad madrileña de su época,
y otras inclinadas al misticismo (la Vida de Santa Teresa es, después del Quijote, la obra española más presente en la novelística de Galdós desde La Fontana de Oro hasta Misericordia)
o de contenido idealista (Galdós es el primer gran cervantino de toda
la novela del siglo XIX), atreviéndose hasta la producción dramática
realista. Decía Rabindranath Tagore que el genio no se entretiene en
arrancar flores para guardarlas. Sigue caminando y las flores alegrarán
su camino.
Manuel Herrera Hernández forma parte de la Asociación Española de Médicos Escritores. Asociado fundador de la Asociación Canaria de Amigos de Galdós (ACAG).